Trump restringe los visados

La decisión de Estados Unidos de suspender hasta nuevo aviso todas las entrevistas para obtener un visado de estudiante en las embajadas y consulados de ese país es el último paso de la cruzada del presidente Donald Trump contra un grupo selecto de universidades privadas con excelencia académica, procesos muy selectivos de ingreso y admisiones y cierto elitismo. Las acusa de fomentar ideologías antiestadounidenses, el izquierdismo radical y el antisemitismo.

La orden, un paso más en su línea de impedir la presencia en el país de todo estudiante que considere “antisemita” o “terrorista”, regirá hasta que el Gobierno decida la manera en que todo alumno que solicite un visado se someta a una investigación sobre lo que ha publicado en sus redes sociales. Una medida similar ya se aplicó hace unas semanas, cuando Trump ordenó examinar las cuentas en redes sociales de ciertos solicitantes de visado, en el marco de su campaña para frenar las protestas propalestinas en diversas universidades. Y ayer, en otra vuelta de tuerca, Washington anunció que restringirá también el visado a los extranjeros (en general) “cómplices en la censura de estadounidenses”.

Estas medidas llegan después de que Trump bloqueara unos 2.300 millones de dólares en fondos plurianuales a la Universidad de Harvard, que se ha convertido en el objetivo central de los ataques del presidente.Y hace unos días, la Casa Blanca prohibió que este centro admitiera a estudiantes extranjeros –que en los últimos cinco años han sido casi el 25% del total–, una decisión que ha sido paralizada cautelarmente por una jueza federal. Trump también se dispone a cancelar todos los contratos federales con Harvard, por un valor de unos 100 millones de dólares.

El presidente acusa a las universidades de élite de ser focos de izquierdismo y antisemitismo

El presidente acusa a las universidades de difundir el ideario woke (sobre todo, políticas de igualdad y de diversidad) y de permitir manifestaciones antisemitas. Su Administración está promoviendo la delación de quienes se manifiesten en favor de Palestina y varios estudiantes han sido detenidos ya por hacerlo, y a algunos se les ha abierto un expediente de deportación.

Pese a todo ello, Harvard (la universidad más rica y más solvente del mundo) parece decidida a aguantar el pulso, porque tiene medios para poder hacerlo. Dispone de un fondo patrimonial propio de 53.000 millones de dólares y donaciones millonarias. Inversiones exitosas y una estricta gestión han hecho de ella una institución con recursos suficientes para resistir presiones políticas y económicas que harían tambalear a otras universidades. Por eso, en lo que considera una lucha por la libertad de expresión y de enseñanza, el presidente de Harvard, Alan Garber, ya afirmó tajantemente: “Ningún gobierno debe dictar lo que las universidades privadas pueden enseñar, a quién pueden admitir y contratar, y qué áreas de estudio pueden llevar a cabo”.

Harvard se niega a obedecer al Gobierno sobre contratación de profesores, admisión de estudiantes y modificación de su sistema educativo, medidas que forman parte de la amplia ofensiva de Trump contra diversos centros universitarios de élite.

Harvard ha decidido plantar cara y la Casa Blanca amenaza a quien censure a sus ciudadanos

Su enfrentamiento con la principal universidad privada del país se ha intensificado y forma parte de su plan para alterar el panorama educativo del país, incluidas esas universidades de élite. El inquilino de la Casa Blanca las acusa, sin pruebas ni evidencias, de alimentar ideologías antiestadounidenses, de izquierda radical y antijudías. La decisión de frenar los visados para estudiantes internacionales está causando, además, caos y confusión en los campus universitarios de todo EE.UU., al tiempo que está generando una ola de demandas.

Pero todas las universidades no son como Harvard. La de Columbia ha cedido a las presiones de Trump y muchas otras dependen en gran medida de los estudiantes extranjeros para sus ingresos, y la suspensión de entrega de visados puede ser un duro golpe para su economía. La justificación gubernamental de que los alumnos internacionales podrían amenazar la seguridad nacional de EE.UU. o promover el antisemitismo es tan poco consistente como difícil de probar, pero da nuevos argumentos a la derecha trumpista.

Todo ello está haciendo que muchos jóvenes de todo el mundo que preveían realizar o completar sus estudios o posgrados en universidades estadounidenses se planteen buscar centros alternativos fuera de EE.UU. Hay que recordar que hay más de un millón de estudiantes extranjeros en ese país, que aportan 43.000 millones de dólares a su economía y que, entre el 2023 y el 2024, generaron más de 370.000 empleos.

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