Catorce millones de personas morirán, desde ahora hasta el 2030, a consecuencia del cierre de la Agencia de Desarrollo Internacional de EE.UU. ( Usaid), una decisión política de la Administración que encabeza el presidente Donald Trump. Un tercio de esas víctimas mortales serán niños y niñas de países pobres, menores de cinco años.
Los masivos efectos letales de dicha decisión presidencial son la principal conclusión del estudio pionero realizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) que La Vanguardia adelanta en su edición de hoy. A nadie se le escapaba que el corte en seco de los recursos de la Usaid, que con sus 44.000 millones de presupuesto en el 2024 (cerca de un 1% del total presupuestario federal) financiaba alrededor del 43% de la ayuda humanitaria global, iba a tener consecuencias terribles. Pero la concreción que aporta el dato de los catorce millones de muertos es sencillamente escalofriante.
El desmantelamiento de la Usaid dictado por Trump causará catorce millones de muertes
La Usaid, tal y como la hemos conocido hasta ahora, fue creada en 1961 por orden del presidente John F. Kennedy, con el propósito de promover la prosperidad económica global, avanzar hacia la seguridad alimentaria, fortalecer la democracia, proteger los derechos humanos, mejorar la salud pública y procurar asistencia humanitaria. A lo largo de sus 64 años de existencia ha sido un instrumento crucial para el soft power de Estados Unidos, que le permitía mostrar su mejor rostro y, de paso, contrarrestar positivamente la influencia global de China o Rusia. A ningún presidente de Estados Unidos se le ocurrió acabar con este servicio...
Hasta que llegó Trump y, nada más empezar su segundo mandato, en enero de este año, dictó una orden ejecutiva declarando que la política de ayuda exterior encarnada por la Usaid no estaba “alineada con los intereses americanos y en muchos casos era antitética con los valores americanos”. Pocos días después se congelaron todos sus programas y, a continuación, se fue procediendo al desmantelamiento de la agencia. Elon Musk, a la sazón encargado de los recortes al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental, fue más allá y dijo, textualmente, que “la Usaid es una organización criminal; ha llegado la hora de su muerte”. Entrar en la web de este organismo equivale ahora a visitar un terreno devastado: ocupa su portada una nota sobre recortes y rescisiones de contratos. Bajo ella figura un enlace con su inspector general, donde las noticias colgadas durante mayo se centran en supuestos fraudes y arrestos de personal de la Usaid, como si las ocasionales corrupciones que se dan en todo gran organismo fueran más importantes que su misión humanitaria.
Las consecuencias de la disolución de esta entidad son, sin excepción, negativas. En primer lugar, por el número de fallecimientos que va a propiciar. Pero también para el desarrollo de los cien países en los que operaba la Usaid, contribuyendo a la alimentación de los más necesitados y al control de las enfermedades con potencial pandémico. También son negativas para el Gobierno de EE.UU., que echa por la borda un instrumento indispensable para mejorar su imagen. Y amenazan, además, a muchos países, incluso más allá del Sur Global, puesto que pueden estimular las migraciones y contribuir al descontrol y la expansión de las enfermedades infecciosas.
Un estudio del barcelonés ISGlobal cuantifica los efectos devastadores de la medida
La decisión de Trump no puede complacer ni siquiera a sus seguidores (en el supuesto de que su ideario político no les haya desprovisto del más elemental sentido humanitario). Los beneficios de la acción de la Usaid han sido indiscutibles y mesurables. El mismo estudio del ISGlobal que cuantifica el número de víctimas mortales venideras cifra en 91,8 millones el número de muertes prematuras que la tarea de la Usaid ha evitado entre los años 2001 y 2021, gracias a sus políticas contra el VIH, la malaria o las enfermedades tropicales, entre otras.
El mundo avanza, pero son muchos los que todavía sufren sus carencias y se quedan atrás. En ocasiones debido a catástrofes naturales –terremotos, huracanes, tsunamis–, otras veces, por efectos de la crisis climática que genera hambrunas y migraciones. Por ello resulta descorazonador que una persona, mediante una decisión política preñada de insensibilidad y desprovista de cualquier empatía, haga una apuesta resuelta por la muerte de millones de personas. La coyuntura es grave e interpela a otros países, como los europeos, que, comprometidos con un aumento extraordinario de su gasto en defensa, prevén también recortes en ayuda exterior.