El Primavera Sound ha cerrado este fin de semana su vigésimo tercera edición, por la que han pasado 293.000 personas, tras colgar el cartel de sold out cinco meses antes de su inauguración. Este festival ha sido, una vez más, un éxito rotundo, tanto en lo artístico –con un cartel encabezado por tres super estrellas pop femeninas, Charli XCX, Sabrina Carpenter y Chappell Roan–, como en lo tocante al público –25.000 personas más que en el 2024, con un 65% procedentes de otros países– o al rendimiento económico –un retorno para la ciudad que se cifra en 300 millones de euros–.
Es un hecho notorio, desde hace años, que Barcelona se ha convertido en una capital mundial de la música en vivo. No sólo porque referencias como el Primavera Sound hayan exportado su fórmula a otras ciudades –el Primavera de Oporto se inaugura esta semana–, sino también porque constituyen el inicio de una temporada que cuenta con otras citas de relumbrón internacional, empezando por el Sónar, cuya trigésimo segunda edición se celebrará del jueves al sábado próximos. Todo ello en una semana en la que Barcelona acogerá actuaciones de Guns N’Roses (hoy) o Billie Eilish (sábado y domingo), en vísperas de la temporada veraniega de festivales.
Barcelona es una capital musica global, particularmente bien posicionada en el apartado de la música joven, desde el pop al tecno, pasando por las propuestas más vanguardistas que abren caminos a escala planetaria.
Como toda historia de éxito, este auge lleva aparejados problemas de crecimiento. Empezando por los relativos a la convivencia, al saber compaginar la celebración de festivales con el derecho al descanso de los ciudadanos que viven en las inmediaciones de sus sedes. Siguiendo por cuestiones tocantes a las conexiones internacionales y geopolíticas de estas marcas. Y pasando por los efectos que tiene para Barcelona el constante incremento del número de visitantes.
El festival ha recibido a 293.000 personas, un 65% de las cuales procedían del extranjero
Visto el interés multitudinario y global que despiertan estos eventos, vista su progresiva consolidación y visto su retorno económico, se hace imprescindible hallar la solución más adecuada para cada uno de los mencionados problemas. Inevitablemente, las grandes concentraciones humanas generan incomodidades. Pero se hace difícil olvidar su componente festivo, o que aportan cuantiosos y muy bienvenidos beneficios para la ciudad. Si Barcelona obtiene el 14% de su PIB gracias al turismo, y si su estrategia pasa por fomentar un turismo de calidad y con recursos, debe establecer los mecanismos pertinentes para atenuar tales incomodidades.
Los encargados de gestionar el sector turístico insisten en que festivales como el Primavera Sound o el Sónar son actualmente un gran activo, fruto de iniciativas autóctonas, que se distinguen por su calidad y su éxito sostenido. Estaría por tanto fuera de cuestión desatender lo que con tanto esfuerzo, tanto acierto y tan buena respuesta se ha construido.
Lo cual significa, entre otras cosas, que Barcelona debe estar en condiciones de facilitar todos los servicios necesarios para atender a su gran masa de visitantes. Por ejemplo, los servicios de alojamiento. Por una parte, es necesario que las instituciones controlen la oferta de apartamentos vacacionales, para evitar que se desequilibre, en detrimento de los intereses de los barceloneses. Pero, por otra, es igualmente necesario que al proceder a dicho control lo hagan con flexibilidad, modulando sus limitaciones, puesto que el éxito de estos festivales que tantos recursos aportan depende también de la capacidad para ofrecer alojamiento adecuado a su público.
La decisión de suprimir las licencias de apartamentos turísticos a partir del 2028 es observada con preocupación por este subsector inmobiliario, que alerta sobre los límites estructurales que la aplicación de tal medida supondría para un festival como el Primavera Sound y para otros de semejante dimensión.
Hay que buscar el mejor equilibrio entre intereses musicales, vecinales, turísticos y ciudadanos
Dicho esto, también es cierto que la idea del crecimiento infinito está hoy en discusión. Que una ciudad como Barcelona, por la que este año se calcula que pasarán alrededor de 17 millones de visitantes, no puede crecer indefinidamente, motivo por el que es aconsejable que vaya depurando su oferta. De ahí la importancia de eventos como el Primavera, que aportan un turismo cultural con recursos, que han dado ya mucho a Barcelona, y que deben disponer de las condiciones necesarias para poder seguir haciéndolo.