Barcelona tiene en su ADN la literatura latinoamericana. Hace años que lo demuestra, pues fue hogar, entre otros, de Gabriel García Márquez o de Mario Vargas Llosa. Hoy demuestra también que ha sabido conservar ese legado, pues sigue alojando a nuevas generaciones, que deciden probar suerte en la que se considera la sede de las principales editoriales en castellano. La ciudad ejerce de puente que conecta ambos lados del océano, y prueba de ello son las nuevas ofertas culturales y los festivales que nacen alrededor de esta unión, como KM Amèrica, el certamen que ayer inauguró su cuarta edición y que llenará la capital catalana de literatura latinoamericana con todo tipo de actividades que se alargarán hasta el viernes. El festival, al igual que hace en el día a día la ciudad, acoge tanto a autores emergentes como consagrados, cuidando el equilibrio de varias generaciones y países, un acierto de la dirección del certamen. Esta semana no será difícil cruzarse por las calles con Gabriela Cabezón Cámara, Horacio Castellanos, Brenda Navarro o Tamara Silva.
Legado latinoamericano
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