Hace muchos años que vivo en el mismo lugar de Horta y hasta ahora nunca oí cantar a alondra alguna. Hace unas semanas empezamos a dormir con la ventana abierta y ahora la oigo cantar cada día a las seis de la mañana, o incluso antes. Trina cerca de nuestra ventana con la elegancia del cantor que se recrea en las melodías que le han dado fama ( Alouette, gentille alouette, Alouette je te plumerai ). Sé que es una alondra porque grabamos su canto con el móvil y una aplicación de reconocimiento de aves nos lo corroboró.

Mi pericia ornitológica (¿ornitofónica?) es poca, pero la hora de los trinos me hizo sospechar. Sé que la alondra canta poco antes del amanecer desde mis tiempos de estudiante de Filología Inglesa. Nos hartamos de asociarla a la separación de los amantes furtivos, que la usaban como alarma para abandonar la habitación prohibida al alba. Los amantes Romeo y Julieta discuten si acaban de oír cantar a un ruiseñor o a una alondra. Ambos practican el canto nocturno, pero el primero se explaya en plena noche y la segunda canta cuando todavía está oscuro pero el amanecer es inminente. Julieta quiere convencer a Romeo de que es un canto de ruiseñor para que se quede un rato más en la cama, mientras él arguye que es de alondra para escabullirse antes de que los Capuleto lo pillen y lo hagan picadillo.
La duda del momento es si los pajarracos Ábalos y Cerdán son ruiseñores o alondras
José Luis Ábalos y Santos Cerdán son dos pajarracos de mal agüero, pero el universo parlamentario de la política española vive desde hace días pendiente de si son ruiseñores o alondras. Si en los famosos audios han cantado de noche, a oscuras del ecosistema socialista o, por el contrario, si empezaron a cantar cuando aún era de noche pero el alba pronto iluminará a más compañeros de vuelo.
En esta discusión ornitológica están enredados todos los partidos que sostienen la legislatura del Gobierno de Pedro Sánchez, inmerso en la enésima crisis del régimen del 78. El bipartidismo tiende a ser como Sánchez: lo aguanta todo. Pero ojo, que al final el nuevo bipartidismo no sea el dúo Pimpinela que ya practican PP y Vox en bellas ciudades catalanohablantes de la antigua Corona de Aragón como València o Palma.