La civilización es un estado de progreso social, cultural y político propio de sociedades avanzadas. Pero la sensación es que la civilización, tal como la veníamos entendiendo, se nos ha ido por el fregadero de la historia y solo nos queda la nostalgia de un tiempo en el que los bárbaros no se habían apoderado de la Tierra y los imbéciles no les aplaudían con las orejas. Marilynne Robinson (premio Pulitzer) fue de las primeras personas en avisar de este fenómeno imparable, hasta el punto de escribir que añoraba la civilización y pedía que se la devolvieran.

En pocos días, hemos sabido que Donald Trump se dispone a abrir cárceles para inmigrantes rodeadas de caimanes y que recomienda a quienes intentarán escapar que corran en zigzag para tardar en ser digeridos por centenares de cocodrilos. O que el presidente de Estados Unidos ha conseguido que se apruebe una ley para bajar impuestos a los ricos y eliminar subsidios a los pobres, sin que nadie le advirtiera que eso es una bomba de espoleta retardada. E incluso hemos sabido que el hombre naranja pretende reescribir la historia de su país con motivo del 250.º aniversario de la independencia. Lo desconcertante es que alguien que piensa así se crea merecedor del premio Nobel de la Paz y aspire a que le esculpan su rostro en el monte Rushmore, junto a los padres de la patria.
Es esperanzador que aún haya gente que aspire a vivir en un mundo rico en ideas y debates
Al mismo tiempo, hemos conocido que viejas enfermedades como la tosferina, el sarampión y la hepatitis A amenazan con convertirse en epidemias por culpa de las campañas de los antivacunas, que tienen en Robert Kennedy, el secretario de Salud, a su icono global. Solo en Texas se han dado más de mil casos de sarampión (y tres muertes).
Y por si no fuera suficiente, leemos que TikTok, el gran medio de comunicación global de la generación Z –esa que se fascina por la extrema derecha– se acaba de llenar de vídeos racistas creados por la IA que atacan a negros, inmigrantes o judíos.
Lo único esperanzador es que aún haya gente que sienta añoranza de un mundo rico en ideas y debates y esté dispuesta a luchar por ello. En favor de un planeta donde la inteligencia se abra paso para hacer avanzar el pensamiento y la democracia. Y donde volvamos a creer en el arte de vivir.