Se argumenta que la razón es lo que nos hace únicos como especie. Sin embargo, si algo caracteriza a Donald Trump es el desprecio por lo racional. Practica la política del caos, exhibe una crueldad caprichosa. Llevamos meses sumidos en la oscuridad, anhelando un poco de esperanza. Y finalmente ha llegado. Si bien Antonio Scuratti dice que los sentimientos negativos son los más poderosos en política, en las últimas semanas ha habido una serie de hechos guiados por la empatía y la justicia que me han convencido de que la internacional iliberal de Trump, Orbán, Netanyahu o Putin encontrará una feroz resistencia.

Participantes en la marcha del Orgullo en Budapest, el pasado 28 de junio
Sí, el panorama es sombrío. Solo la mitad de los jóvenes de Francia y España piensan que la democracia es la mejor forma de gobierno, según la reciente encuesta del YouGov Institute. Y más de un 20% apoyaría un régimen autoritario. Parecería que los iliberales lo tienen todo a favor. Pero hay señales en sentido contrario. Primero fueron los ciudadanos norteamericanos enfrentándose a la policía para evitar la detención de sus vecinos sin papeles. Después ha sido la victoria en las primarias demócratas de Nueva York de Zohran Mamdani, articulando un discurso basado en la esperanza en un futuro mejor y centrado en los principales problemas de la gente: vivienda asequible, autobuses gratis y educación.
En Budapest, la gente salió a la calle convencida de que la oscuridad tiene los días contados
Y recientemente Budapest. Tuve la suerte de estar en la celebración del Orgullo y les puedo asegurar que el amor sí que venció al odio. Si el gran poder de Orbán ha sido atemorizar a sus ciudadanos, fracasó a lo grande. Liderada por su alcalde, Gergely Karácsony, la gente salió a la calle llena de alegría y con la convicción de que la oscuridad tiene los días contados en Hungría. Niños, miles de jóvenes, ancianos en sillas de ruedas, incluso perros, abarrotaron las calles de Budapest convencidos de que cuando persiguen al colectivo LGTBI nos persiguen a todos.
La bandera arcoíris encarna plenamente los valores democráticos, la lucha por la justicia para toda la población. Seamos lesbianas, gais, bisexuales, heterosexuales, la lucha es común: por una Europa democrática que respete los derechos humanos. Las calles de Budapest se llenaron de gente bailando, empoderada, que sabe que puede cambiar el destino de su país y de Europa. Después de tantos meses sombríos, vuelve la esperanza.