El zasca en forma de watsap que había enviado a uno de los chats del barrio decía: “Qué listo eres, Edu. A ver si lo aprovechas para hacer una propuesta y que salga adelante. Criticar es muy fácil”.
Cuando lo vi por la mañana pensé: “Ya te has pasado, estarías mejor calladita”. Me había enervado la insistencia del susodicho Edu en criticarlo absolutamente todo a partir de una obra de barrio. En un tono muy hostil y beligerante, tanto contra el Ayuntamiento como contra el resto de los vecinos, varios también son críticos, pero constructivos.
A pesar de que mi comentario tenía un aplauso de una persona que respeto, dudé de si debía haberlo enviado. De si contestar así no era ponerme a la altura de quien me había crispado.
Tampoco es que me hubiera pasado mucho. Soy capaz de ser mucho más agresiva, y hasta cruel, si me lo propongo. E incluso a veces sin proponérmelo. Pero me alertó darme cuenta de que lo había hecho sin ningún tipo de filtro. Sin pensarlo.
Las explicaciones y las propuestas de solución tienen que hacer esfuerzos titánicos para no quedar sepultadas bajo los exabruptos
Con aquel watsap había dejado salir mi hartazgo por tanta crítica crispada e interesada como había tenido que oír toda la semana y, quizás aún más, por la gente que hace caso a los que se comportan de esta manera. No quiero caer en la tentación de acostumbrarme a escuchar al que más grita. Y justamente eso fue lo que hice.
Vivimos rodeados de gente que nos incita a irritarnos continuamente. Las quejas, las sugerencias, las explicaciones y las propuestas de solución tienen que hacer esfuerzos titánicos para no quedar sepultadas bajo los exabruptos. Y muchas veces no lo consiguen.
El admirado Carles Francino decía este sábado en una entrevista en el programa Col·lapse, de TV3: “Tenemos que conseguir que no nos metan en esta burbuja. La de que la política y todo es una mierda, que todo da asco. No es verdad”. Y abogaba a favor de “poner un muro en la puerta de casa para que la dignidad se quede dentro y la mala leche, fuera”.
Justo esta idea era la que había traicionado con mi zasca y quiero aprovechar para reivindicarla. Si nos dejamos llevar por las críticas agrias acabaremos todos locos o a guantazos. Es mucho más razonable olvidarse de ellas o intentar solucionar los problemas sobre los que se levantan. Parece que expresar una duda, matizar una opinión o simplemente preguntar se ha convertido en un acto de ingenuos. También hay que reivindicarlo.
Otro maestro de las reflexiones, Juanjo Millás, decía este fin de semana. “A veces nos tomamos un ansiolítico nosotros cuando quien debería estar medicado es nuestro entorno”. Qué grande.
