El teatro grotesco

De matarife a matarife: Netanyahu pide para Trump el premio Nobel de la Paz. Y Donald, agradablemente sorprendido, exclamó: “Wow –así, en yanqui–, no me lo esperaba”. Y ya verán como muy pronto el Detritus Naranja a su vez solicitará el premio para Bibi, su colega de muerte e impiedad. Y de negocios armamentísticos. Ese ser humano (?) que manda asesinar a otros seres humanos que están en las colas del hambre por él impuestas. Desde luego acumula méritos.

¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!

Las calaveras de las víctimas de esos monstruos ríen la ocurrencia. Se levanta el telón del teatrillo grotesco, trágico, incluso procaz: dos personajes, dos egos encabritados, que desafían al mundo sembrándolo de cadáveres de niños, mujeres y viejos, ante una platea a la que han acostumbrado, o quizá narcotizado, a sobrevivir sin asombro. Ni en cada uno de nosotros, ni en quien le corresponda se atisba una posible reacción, nos planea la impotencia y su sombra. ¿ Y la indiferencia inducida? Seguramente el mundo nunca ha estado tan conformado, tan pasivo, tan saturado de horror. Y el hombre en el fondo, tan desengañado de sí mismo. Ni sumergido en una noche tan larga y oscura como la impotencia y la parálisis. Y sin embargo, en cada noticiario, un estado de shock. Un estoconazo en el estómago.

FILE PHOTO: U.S. President Donald Trump speaks as Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu waves following a meeting in the White House, in Washington, U.S., April 7, 2025. REUTERS/Kevin Mohatt//File Photo

  

Reuters

¿Quién evitará el odio nacido de soportar la injusticia, la larga humillación, el éxodo y la sinrazón? Siempre ha sido así: en la caja negra de los supervivientes quedará, indeleble, la sombra de lo sufrido. Y una acusación. Y algo peor: el deseo de recomponer la historia. La perversión inútil de la venganza. En suspenso el porvenir de nuestros hijos y de nuestros nietos.

Estos personajes de la función, del drama y del inmenso mundo grotesco no terminarán la representación sin dejar una tierra huérfana de jerarquías, una universidad vacía de maestros y maestras, una cultura asaltada y sin memoria que no sea la suya. Unos jóvenes sin adolescencia. Sin padres, sin madres, sin horizonte. Sin calendario. Con desengaño prematuro.

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En el bien entendido de que con Putin aún están a tiempo de nominarlo para el Nobel de la Paz, que merecimientos no le faltan, podrían proponer a otros personajes de sus mismas o parecidas características y así corregir un olvido histórico. Premios póstumos del agrado de Netanyahu: Idi Amin, Hitler, Suharto, Pinochet, Franco, Pol Pot, Stalin, Mussolini, Videla, Mao, El Asad… ¿Quién da más? Baja lentamente el telón del teatrillo grotesco.

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