Querida Barcelona. Pronto llevaremos treinta años juntas. Ibas a ser un rollete pasajero, y de pronto me desperté a tu lado preguntándome qué hacía aquí. Te he odiado. He sentido que me odiabas, has intentado echarme varias veces de casa. Eres un poco insoportable y presumida, siempre comparándote con otras, trapicheando con tu autenticidad. Has querido ser la Gran Barcelona, la de las exposiciones universales, la de los juegos olímpicos, la de los festivales, la capital del móvil, la del diseño, la del tecno, la que se ponía guapa, la botiga més gran del món. Y ahora vas camino de ser el hotel més gran del món, mero producto bursátil.

Fuiste la primera influencer que conocí, más preocupada de gustar y dar una imagen sexy que de cultivar tu belleza interior, el conocimiento, eso que se logra con un tejido social sólido, red de protección que ayuda a respetarse. Te has vuelto una esclava de la validación y los likes. Leo que te harás selfies en el parque del Tibidabo con los que quieran posar con tu nombre escrito en letras gigantes frente al mirador, en plan Hollywood. ¿Tan poca personalidad tienes, que necesitas imitar a otros y subrayar que eres tú? ¿Acaso tu skyline con el mar de fondo no es ya reconocible? ¿Tan masticada te vendes, reducida al marco de una foto de Instagram?
Más preocupada de gustar y dar una imagen sexy que de cultivar tu belleza interior
Pienso que, desde la ciudad, las letras quedarán al revés, como si le dieras la espalda. Y pienso en la tendencia hortera a poner el propio nombre; lo tienen Portocristo o Marbella, hay quien lo reclama en otros sitios para que no quede duda de que son turísticos. Te has expuesto tanto que, en vez de hacer callo, tienes la piel muy fina. En fin, somos adultas; si la bossa sona porque te desnudas en OnlyFans, qué le vamos a hacer.
Como esas parejas que ya no sabrían separarse, nos hemos convertido en compañeras de piso, que me haces pagar a un precio muy alto. Te pasas el día encerrada en tu cuarto autopromocionándote, y cada noche en fiestas a las que llamas eventos, ajena a la realidad doméstica del día a día. No podría volver a enamorarme de ti, tampoco espero que me escuches. Pero, por la confianza que nos tenemos, mira a tu alrededor, valórate un poco, déjate de niñerías. Narcisista, te quedas hipnotizada con tu propio nombre, como si los que vivimos contigo no estuviéramos aquí.