La revista The Economist atribuye a las redes sociales el fenómeno del ascenso de la extrema derecha entre los jóvenes. Según un estudio del Eurobarómetro, la mitad de los jóvenes españoles reconoce que se informa sobre todo a través de Instagram o TikTok, lo que supone casi ocho puntos más que la media europea. El antiguo Twitter (X) resiste mucho mejor en España que en el resto de la UE, con casi el doble de audiencia (36%). Es lo que tiene la droga dura, engancha más. El consumo de la prensa digital resulta inferior al 20% y eso que no es oro todo lo que reluce, pues los pseudomedios se encaraman cada vez más en los rankings.

No es de extrañar que el escritor italiano Pino Aprile se pregunte en su último libro si no estamos asistiendo al ocaso de la inteligencia. Aprile tiene una teoría provocadora y sorprendente: en el mundo moderno, la estupidez no es un defecto evolutivo, sino una ventaja adaptativa.
El 50% de los jóvenes españoles se informa por las redes y la mitad de ellos votará a Vox
Ciertamente, los jóvenes tienen motivos para mostrar su enfado, pues les toca apechugar con una crisis de la vivienda, con aulas superpobladas y con salarios mal remunerados. Pero que su respuesta a la precariedad sea votar a la extrema derecha no deja de ser sorprendente. Es posible que resulte más atractiva la batalla entre patriotas y globalizadores que la pugna entre derecha e izquierda.
Vox es, según todas las encuestas, el partido que recibe más apoyo entre los jóvenes. Casi la cuarta parte de los menores de 21 años aseguran querer votarles. Nada que deba sorprendernos a los europeos, pues en Francia los partidarios de esta franja favorables al Reagrupamiento Nacional, de Marine Le Pen, se elevan al 30%, en Italia son partidarios de los Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni, el 21% y Alternativa para Alemania obtuvo en las últimas generales el 16%.
Es evidente que existe una falta de confianza en los políticos y en el periodismo, pero pensar que los ultras y las redes son la alternativa resulta, como poco, arriesgado. Lo avisa Aprile: “Nuestra supervivencia depende ahora de la imbecilidad, por mucho que moleste a los inteligentes que queden”.