Decía la canción: “Será maravilloso viajar hasta Mallorca sin necesidad de tomar el barco o el avión, solo caminando, en bicicleta o autostop”. Pero de momento no se ha construido ningún puente a la isla. No hace falta. Apenas transcurre medio minuto entre que oyes la llegada de un avión y el siguiente, y además está la opción de los ferries, por no hablar de los jets y los yates privados.

Ser mallorquín significa dedicar buena parte de tu vida a ir a buscar a alguien que viene de fuera. El viaje por aire desde Barcelona es más un salto que un vuelo, la opción más económica y estresante. La puntualidad es noticia, existe el riesgo de overbooking, de que no puedas llevar la maleta en cabina, de que tengas que pagar extras. Los aeropuertos emulan ciudades cuyos centros emulan a los aeropuertos, donde hay más gente que asientos y la imposibilidad de estar cómodo si no es en una sala vip.
En el buque de ocho horas tomas conciencia de la distancia real que te separa de casa
De hecho, la comodidad en el viaje de clase media es una entelequia, lo primero que se sacrifica con la excusa del precio asequible y competitivo. Al cliente le parece bien, y va aceptando cada vez más rebajas de calidad porque el trayecto no le interesa, lo que quiere es llegar cuanto antes; el cómo le da igual. Pero el low cost no existe, lo barato sale caro y roza la indecencia cuando el confort no cumple unos mínimos; entonces se trata a los pasajeros como ganado.
Para coger el fast ferry que sale a primera hora de la tarde desde Barcelona, los que van sin vehículo tienen que hacer cola a pleno sol frente al autocar que los lleva al buque, porque a nadie se le ocurrió aparcarlo bajo un cubierto. La opción del fast ferry está bien para los que no se marean, toleran el bamboleo y saben mantener el equilibrio. Si el mar está muy movido, es complicado levantarse para ir al lavabo durante las tres horas y media de la travesía (que dura bastante más cuando hay marejada o hace viento en Alcúdia). La llegada entre montañas compensa.
El buque de ocho horas es un tránsito calmado, normalmente estable y aburrido para los acostumbrados a otro ritmo, en el que conviven familias, camioneros y algún turista. En el viaje largo sientes el desplazamiento, recuperas el viaje sin prisa, tomas conciencia de la distancia real que te separa de casa. No es como ir a pie o en bicicleta, pero casi.