Luminoso verano

Coincidimos en un barco precioso, Tres sirenes, navegando por aguas de Mallorca. El ambiente es agradable y alegre: un grupo de amigos compartiendo la belleza del mar en verano. Toni Llabrés, actual y magnificado presidente de la Obra Cultural Balear, es un antiguo amigo. Forma parte de mi geografía vital desde hace muchos años. Éramos compañeros de actividades juveniles a favor del catalán y de la identidad lingüística de nuestra isla, esa Mallorca algo perdida donde ambos nacimos, y que, como dice Espriu, a veces no nos queda otra que “amar con un dolor desesperado”, porque la esperanza no es un tributo que la vida ofrezca demasiado a menudo.

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Jaime Reina

Tras la comida, entre copas y anécdotas, surge un tema importante: el viernes pasado se hicieron públicos los resultados sobre la elección de lengua en los centros escolares de las Baleares. La Conselleria d’Educació planteó a las familias a través de las escuelas, pero también por vía telemática (con la intención de que los centros no pudiesen manipular los resultados), en qué lengua tenían que ser educados los niños de educación infantil el próximo curso 2025-26. Infantil se centra en niños de tres a seis años, una época clave en el inicio de la formación y el aprendizaje.

Una lengua maltratada hasta el infinito, que lucha cada día por sobrevivir, aún está viva

Los resultados han sido una buena noticia: en Mallorca, un 80% de la población pide que sus niños inicien su trayectoria escolar en catalán, la lengua de esta tierra. Una lengua maltratada hasta el infinito, que lucha cada día por sobrevivir, aún está viva. Es la gran noticia: mallorquines, menorquines e ibicencos quieren que sus hijos aprendan en catalán. Lo piden las familias oriundas de las Baleares, pero también las de fuera. La gente ha entendido que la escuela es la garantía de que muchos niños aprendan nuestra lengua.

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No hemos dimitido. Muchos no vamos a hacerlo nunca. Otros irán sumándose a esa lista de gente que sabemos que la identidad se basa en la lengua. No podemos ser mallorquines sin hablar mallorquín, como no se puede ser inglés sin hablar inglés. Hay verdades de perogrullo que, a pesar de todo, no nos queda otra que repetir hasta el infinito y mucho, mucho más allá.

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