Hoy en día, las personas suelen planificar e improvisar viajes de vacaciones con destino a cualquier punto del planeta con el propósito de dejar atrás la incertidumbre política cuando, no hace muchos años, las inquietudes se centraban en cuestiones personales. La política, que tiene como objetivo generar estabilidad, certezas y seguridad, ahora no encuentra la forma de dominar sus propias dudas y miedos, proyectándolos sobre los ciudadanos.

Los ciudadanos creen que las vacaciones van a permitirles dejar atrás y alejarse de cuestiones tan esenciales como, por ejemplo, el debate sobre cómo debe afrontarse la inmigración para que no acabe propiciando la activación de prejuicios contra los inmigrantes por razones de religión, educación, economía o cultura; piensan que los submarinos nucleares de Trump nunca entrarán en combate; consideran que la alerta de François Bayrou, primer ministro francés, de que ha llegado “el momento de la verdad” para los franceses y que es necesario acabar con la “maldición” de la deuda pública impulsando un plan para reducir 43.800 millones de euros –que incluye la supresión de días festivos– no tendrá efecto en sus vidas, pues solo afectará a Francia. No se trata tanto de buscar una forma de alienarse de la realidad como de darse una tregua, un respiro para recuperar la energía suficiente con la que afrontar, cuando regresen, que todo siga igual.
Durante las vacaciones los ciudadanos quieren dejar atrás el ruido político que no les deja oír sus propios pensamientos
Al considerar que es posible, gracias a las vacaciones, dejar atrás todos los conflictos reales y los ficticios creados por la política, los ciudadanos están asumiendo volver a conectar con sus problemas, conflictos, ilusiones, certezas e incluso restaurar sus emociones. Así pues, hay que entender las vacaciones, el viaje, como un respiro para afrontar luego el retorno a los problemas; es recuperar la vida a escala humana. Se viaja, se toman unos días de merecido descanso, para regresar a uno mismo sabiendo que todo el ruido que se ha dejado atrás volverá tras una semana o un mes de vacaciones.
Al desconectar de las polémicas políticas, al dejar de oír grandes verdades que no revelan nada, lo que están haciendo es recuperar, por unos días, el gobierno de sus vidas. Durante las vacaciones quieren dejar atrás el ruido político que no les deja oír sus propios pensamientos y que les impide levantar la cabeza de las pantallas. Las vacaciones sirven para dejar atrás a todos aquellos políticos que, hace solo cinco días, auguraban que España se acaba, que el mundo se acaba y que la salvación de la especie humana depende de ellos. Por cierto, todos estos políticos también quieren dejar atrás el mundo que están liderando… yéndose de vacaciones.