Existe una diferencia fundamental entre las ferias, por un lado, y las exposiciones, exhibiciones, bienales o festivales, por otro. Es esta: las ferias tienen una finalidad comercial obvia, mientras que en el resto de eventos hay espacio para el deleite desinteresado, por mucho que hoy en día todo esté contaminado por un móvil económico.
De acuerdo con esta premisa, la lectura del reportaje que hoy publicamos en Deportes con el título “Los niños negocio del fútbol” nos confirma que esos torneos de críos que tanto han proliferado no son solo una competición deportiva, sino también un mercado de abastos.
En el césped está el producto fresco, que los feriantes exhiben el tiempo suficiente para calibrar su excelencia. Mientras, en las gradas abundan los representantes del comercio minorista, que van en busca de buen material para sus escaparates y, si hay suerte, incluso para sus vitrinas.
¿Y los padres? Seguro que hay de todo, incluso algunos que en su fuero interno desean que su chaval no pase la criba y pueda así reorientar su vida hacia una vocación donde las opciones de prosperar no sean tan ínfimas como en el fútbol.

Asegurarse los derechos de una estrella en ciernes es un buen negocio
Pero, por lo que se ve, cada vez hay más progenitores que alternan con soltura con agentes, con amigos puente , ojeadores, family offices , mánagers, jefes de academias, consultores, directivos y todos los intermediarios que, según definición de una fuente del reportaje, se mueven en la “selva sin códigos” del fútbol infantil. Lo hacen por el bien del crío, seguro. Seguro que hay algunos que piensan en el bien del crío. Pero, ¿qué será lo siguiente?, ¿consultores de ingeniería genética?, ¿ingenieros de IA que confeccionan plantillas algorítmicas?
El problema es que, por cada Lamine Yamal que se asoma al éxito, hay miles de chicos que serán descartados por la industria. Con suerte, esto pasará en las etapas iniciales de su aventura, cuando aún estarán a tiempo de recomponerse como persona. Otros sabrán alternar la declinante ilusión del fútbol con los estudios adecuados. Pero algunos están abocados a vivir el momento juguete roto . Son esos veteranos de cualquier categoría suburbial que de vez en cuando aparecen en los medios narrando, con un deje de nostalgia, el día en que el míster del primer equipo los subió a un entrenamiento y Messi les hizo un caño.