La sonrisa goza de una buena fama algo exagerada. Su rastreo hacia atrás, treinta millones de años de evolución, nos indica que el primer primate que esbozó algo así como una sonrisa no lo hizo para comunicar a su tribu o pareja que aquello era la bomba de divertido. Esa primera sonrisa, casi con toda seguridad, tuvo por destinatario a un depredador y el mensaje era: estoy muerto de miedo, soy inofensivo, no me hagas daño, búscate una ardilla o un tapir y olvida a este mono simpático. Aquella sonrisa no era la de Dakota Johnson, sino una retracción del labio superior y una muestra de dientes todos ellos amarillentos y apretados unos con otros, lo que bautizó en su día la primatóloga Signe Preuschoft como sonrisa de miedo.

La sonrisa como gozo espontáneo de la alegría o preámbulo de la risa no tiene tampoco fundamentos tan firmes como se creía. Aquello de que la cara es el espejo del alma no lo es ni tan siquiera en la cara de nuestro bebé. El cerebro de este no está tan desarrollado como para sentir felicidad, por lo que el bebé no se ríe porque sea un niño feliz. Se ríe porque sabe que haciéndolo los demás reaccionamos de una determinada manera que le beneficia. La sonrisa genera una situación adecuada para conseguir lo que quiere, es un sistema de señalización en nuestra pista de aterrizaje. Este es el momento en el que podemos poner en común aquellas sonrisas que consiguieron todo lo que quisieron de nosotros. Todas las situaciones tensas que se disolvieron.
El otro día vimos cómo Zelenski troleó a un periodista sobre su traje y Trump se rio
El otro día vimos cómo Zelenski troleó a un periodista sobre su traje y Trump se rio. Fue una risa sincera. Le hizo gracia de verdad y eso produjo en muchos de nosotros una sensación de alivio. Si al matón le haces gracia, no te mata (sin olvidar que un montón de bufones decapitados a lo largo de la historia avalan lo contrario). Hablo de la risa y no de la sonrisa de Trump, porque su sonrisa es como su manera de bailar: inquietante. Risa o sonrisa, la manipulación está servida. También el mensaje. E incluso el estallido de felicidad, no le quitemos todo lo positivo a sonreír y que nos sonrían.
Hoy por hoy tenemos suerte de que Zelenski sea cómico de ingenio rápido y que Mark Rutte, el secretario general de la OTAN, un bufón lleno de cabriolas y parabienes.