Una larguísima precampaña

Una larguísima precampaña
Directora adjunta

Cada año, después del paréntesis veraniego, solemos augurar un curso político decisivo. Bueno, en verdad eso ocurre sobre todo desde hace unos pocos años, desde que las mayorías absolutas se han convertido en una rareza y cada gobierno parece jugarse su final día a día. La debilidad parlamentaria del Ejecutivo es manifiesta. Se sustenta en una amalgama de partidos cuya ideología es contradictoria en muchos casos. A eso hay que añadir la impaciencia con la que el PP ejerce la oposición, reconocida incluso por algunos de sus referentes, como José María Aznar, y derivada en buena parte del hecho de que ganara las últimas elecciones sin poder gobernar.

Esas dos circunstancias ya auguran una escalada de tensión política (aunque parezca imposible) para el nuevo curso. El rifirrafe por los incendios ha sido un aperitivo. El PP ya ha citado a tres ministros en el Senado y pide que comparezcan ocho más en el Congreso (aquí es más difícil que logren imponerlo), con Pedro Sánchez a la cabeza, por los más diversos motivos. La presión al Gobierno va a aumentar, con el frente judicial como ariete. Alberto Núñez Feijóo quiere elecciones cuanto antes. Su principal reto es convencer de que, además de la labor de desgaste, representa un modelo alternativo exitoso. Y la gestión de sus barones autonómicos, que deberían ser la punta de lanza de su programa, no todos le ayudan.

Sánchez tiene la intención de aguantar el chaparrón judicial, sea el que afecta a su familia o el que perjudica a su partido, convencido de que estos no deben ser los motivos que le hagan tirar la toalla. Pero el gran desafío del presidente es mantener unida a la variopinta mayoría que le dio la investidura. Presentará los presupuestos, pero necesita un milagro para aprobarlos. Podemos no está por la labor y eso facilita a Junts no hacerlo, aunque a Carles Puigdemont le sigue conviniendo que no haya elecciones por el momento. No aprobar los presupuestos lanza un mensaje de debilidad, por más que se aprueben otras iniciativas. Y ahí reside el otro reto para Sánchez: liderar la agenda, aportar soluciones a problemas ciudadanos y que las avale el Congreso.

La impresión es que estamos ya en una larguísima precampaña electoral que puede agotar la paciencia de cualquiera.

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