Que los niños vuelvan a jugar en la calle

EL PATIO DIGITAL

Que los niños vuelvan a jugar en la calle
Redactor

Es Maradona quien sale de un Mazda RX-7. Ha clavado los frenos del coche en los adoquines: se le ha cruzado una pelota de fútbol, de esas que alternan pentágonos negros con hexágonos blancos. “Pibe, a mí también desde chico me gusta el fútbol con locura. Pero hay que tener cuidado, no se puede jugar en medio de la calle”, dice serenamente y de lo más educado al niño que iba tras el balón.

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Niños jugando en la avenida Diagonal, en Barcelona 

Àlex Garcia

Todo forma parte de un anuncio de seguridad vial argentino que vuelve a estar en circulación estos días en las redes. Es de 1982, cuando ya hacía mucho tiempo que los coches imponían su autoritarismo en las calles.

En 1982 las ciudades eran propiedad de los coches. Siguen siéndolo ahora. Para entonces, la mayor de las rebeldías las protagonizaban los más pequeños. Jugaban en la calle. Jugábamos en la calle. 

Luego llegaron las pantallas, los videojuegos, los móviles comprados por los padres a los hijos de doce años, más inseguridad –o más percepción de inseguridad– por agresiones o rivalidades entre bandas urbanas, la aceleración y el crecimiento del volumen del tráfico. Y la rayuela, saltar la cuerda, las gomas, el chut a la puerta del garaje que hace de portería quedaron reducidos a la mínima expresión. El imperio arrinconó a los rebeldes.

Con todo, hoy hay ciudades como Londres, París o Pontevedra que están repensando sus espacios, porque más allá de funcionales las ciudades tienen que ser amables. Barcelona también es una de ellas. Con la “peatonalización” ha brotado un cierto sentimiento de que la ciudad está para vivirla y eso implica, entre otras cosas, que los niños salgan a desparramarse.

Hay quien no lo quiere así. O que no lo ve así. “La humanidad sigue involucionando en #RondaSantAntoni: ¡Ahora utilizan las estructuras para sostener los árboles recién plantados como si fueran canastas de baloncesto!”. Es la queja de @MarcCasalsBCN, quizá arrastrado por la cantidad de problemas de convivencia y ruido –borrachos, proliferación de sintecho, ruidos por la noche– que han percibido algunos vecinos del barrio con la peatonalización de la calle.

Aunque asegura que lo que recrimina es más bien el “mal uso del mobiliario urbano” que otra cosa, le caen las críticas por todas partes: desde por difundir en un vídeo las caras de menores, hasta acusaciones de “polla vieja”. La frase “la humanidad sigue involucionando” le condena. ¿Niños jugando en la calle es involución?, se preguntan en X.

Porque, volviendo a 1982: ¿qué habría dicho Maradona si se le hubiera cruzado la pelota sin cámaras delante, sin guion previo? “La concha de tu hermana, pibe pelotudo. No se puede jugar en la calle, ¿no ves que casi te mato?”, se imagina @LaDo12ze qué habría dicho Diego. Involución es limitar el juego en el exterior. Más de cuarenta años han pasado y ciertas actitudes siguen siendo las mismas.

Y otra cuestión. Si estamos pidiendo que los niños dejen las pantallas y que salgan, no podemos pedir después que no jueguen, porque volverán a encerrarse en casa... Carecemos de coherencia, tanta como le faltó a Maradona. Porque el anuncio tiene guasa: en Yo soy Diego escribió que de pequeño, cuando su madre lo enviaba a hacer un recado, se llevaba a la calle cualquier cosa “que se pareciera a una pelota: una naranja, bollitos de papel o un trapo” para ir tocándola saltando sobre “una pata, la derecha, y llevando lo que sea en la zurda, tac, tac, tac”, y luego, cumplidos los 22, se presenta con la moralina de que “no se puede jugar en medio de la calle”. Dos años después repetiría este contrasentido con aquella famosa campaña contra las drogas que protagonizó.

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En todo caso, estamos en el 2025. @MarcCasalsBCN insiste. Cuatro días después recomienda que si se quiere jugar en la calle, hay una plaza, la Caramelles, a poca distancia renovada con área infantil.

Pero no es eso, sino más bien lo que expresa con gusto @jordi_nierga en este tuit de junio: “Los niños de la calle salen a jugar a pelota cada noche de verano. Chuts desafiando pantallas y gritos agudos como agujas. El mundo sabe volver y se ordena un poco”. Porque hay unos horarios de descanso que respetar, pero las ciudades están vivas cuando los niños juegan en la calle. No hay ninguna otra señal de que lo manifieste mejor. Es muestra de que está ordenada. Es entonces cuando se respira barrio.

Así que balonazo a los carteles de “Prohibido jugar a pelota”. Hay que ofrecerlas a la chavalería, convertirlas, ya no tanto en ciudades con zonas de juego delimitadas, sino en ciudades jugables.

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