Establezcamos ya “hacer un Bernarda Alba” como el acto de encerrarse en casa durante las olas de calor con las persianas bajadas, salmorejo en la nevera, abanicos y ropa limpia. Que pase a formar parte de nuestro lenguaje después de que @Sara_Morante lo pusiera en práctica una vez comprobado que hoy en día las tardes de verano han desaparecido, porque con el calor sofocante no hay quien las viva.

Helado de crema catalana con dos banderas de España, en Jerez
Este enclaustramiento, sin embargo, no implicaría aislamiento. Las redes imposibilitarían que nos mantuviésemos puros como lo desearía Bernarda Alba de sus hijas. Y por lo tanto, conectados como estaríamos, no impedirían que siguiéramos comprobando que fuera de casa abunda el bochorno de la alienación, el cretinismo y la esquizofrenia.
Quienes favorecen que proliferen son aquellos que se muestran de acuerdo con que “Pedro Sánchez, hijo de puta” es la canción del verano; los que tras escuchar las consignas de Aznar en el congreso del PP, nada más disiparse la primera ola de calor, redoblan el grito de “Sánchez, a prisión,”, y los que hacen volar avionetas con pancartas de “Sánchez, corrupto” o las colocan en el fondo del mar.
Los submarinistas que han gastado bombonas de oxígeno para hacerlo merecen la atención de @Clozart. ”Eso es como ir a la biblioteca y poner 'Abascal, vago'... El mensaje no llega a quien tiene que llegar”, escribe muy fino. Leerán las pancartas Bob Esponja y Calamardo.
Pero esta alienación también se manifiesta al otro lado. La izquierda contribuye cuando, conscientemente, difunde que Feijóo no bromea cuando dice que las vacaciones están sobrevaloradas.
Y hay un tercer acto que calienta el drama: la disputa entre la Moncloa y el PP por los incendios forestales en Tarifa, Ourense, Tres Cantos y en el paraje de Las Médulas.
El panorama político es abrasador e invitaría no solo al confinamiento físico, sino también al moral y social. No hay tregua entre políticos y entre politizados. “¡Y no les importa el calor!”, dice en el segundo acto Adela, la tercera de las hijas de Bernarda Alba. “Siegan entre llamaradas”, la acompaña Martirio, la cuarta.
Pero las tardes pasan y el verano está para amarlo poco después, en los atardeceres, durante la noche. Es el momento de desbernardalbaizarse para olfatear los últimos estertores del calor.
Helado de crema catalana con banderas de España
Sí. Estamos en plena segunda ola de calor y el clima fuera de casa es una amenaza. Pero hay maneras de digerirlo. Los helados ayudan. Aunque a veces sea complicado. En Jerez, en un establecimiento en la plaza Arenal, puedes reforzar tu patriotismo pidiéndolo sabor crema catalana. Te servirán una bola esquivando las dos banderitas de España que coronan la bandeja del helado. Ningún otro sabor tiene rojigualdas. Cuesta entender si es un acto reivindicativo o si están para evitar el rechazo de cualquier cliente catalanófobo. O si, directamente, es catalanofobia. Lo que parece claro es que se las vio también en el 2018. “Hemos estado dando un paseo por Jerez y en una heladería habían puesto banderitas de España en el sabor crema catalana. Suficiente”, escribía entonces @_Todeswunsch.
O puedes dejar de lado tu patriotismo por unas horas e irte al McDonald's, el mejor restaurante del mundo, según el cocinero Jordi Cruz. Literal. Es una boutade. Mejor: un gesto performativo transgresor. Uno de sus argumentos es que un restaurante que es capaz de hacer en todo el mundo la misma hamburguesa chamuscada como una tarde de julio o agosto merece toda consideración. Con este razonamiento por bandera, su helado de máquina depuesto en perfecto zigzag sobre un cucurucho también sería lo mejor. Alienados en la industrialización. Y en el cretinismo, político y social.
Pues eso. Que las tardes de verano ya no son para vivirlas. Son un martirio. Hace demasiado bochorno en el exterior y la vergüenza es sofocante. A abanicarse en casa, a la sombra, en lo que queda de verano, al estilo Bernarda Alba. Y, como ella, que nadie nos vea sudar. De calor y por el luto de tanto teatro.
MARTIRIO.- Tome usted mi abanico.
BERNARDA.- ¿Y tú?
MARTIRIO.- Yo no tengo calor.
BERNARDA.- Pues busca otro, que te hará falta.