Revuelta bisexual en la generación Z

Cuando en el Congreso LGTBI de 2007 se añadió por primera vez la letra B al nombre de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais y Transexuales, no fue solo una decisión política. Fue una grieta. Una grieta por la que, hoy, se cuelan miles de jóvenes –sobre todo mujeres– que proclaman en voz alta aquello que antes se susurraba o se callaba: “Soy bi ”.

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SERGEY DOLZHENKO / EFE

Durante años, esa B fue una anomalía dentro del activismo. Invisibilizada fuera del colectivo y cuestionada dentro. Ni gay ni hetero. “Elige acera o te atropellan”, se decía a quienes se sentían así. Casi dos décadas después, esa letra marginada encabeza una tendencia que tiene poco de silenciosa. Es la que más crece entre las nuevas generaciones. Y son ellas, las mujeres jóvenes, quienes lideran este cambio.

Lo que antes se ocultaba ahora se explica, lo que antes era tabú hoy se explora

Lo apuntaba el sociólogo Narciso Michavila en un reportaje de La Vanguardia publicado este lunes: la generación Z se identifica crecientemente con la bisexualidad, y lo hace con una naturalidad que desarma. En España, apenas el 3,7% de la población adulta se reconoce como bisexual. Sin embargo, entre las menores de 24 años, la cifra supera el 22%, según el CIS. ¿Qué ha cambiado? El contexto. Lo que antes se ocultaba ahora se explica. Lo que antes era tabú hoy se explora. El deseo no ha mutado; la libertad para vivirlo, sí. Si antes era una “fase” por la que alguien pasaba hasta elegir acera –por seguir con el símil–, ahora es una identidad que se reivindica.

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Pero esta revolución no es solo sexual. También es política. Estudios recientes revelan que las mujeres jóvenes bisexuales tienden a alinearse con ideas feministas, progresistas, antipatriarcales. Cuestionan los mandatos heredados sobre el amor, el género y el poder. Mientras ellas ensanchan los márgenes, muchos hombres jóvenes se encierran en discursos neomachistas y ultraconservadores. La brecha ya no es solo de orientación, sino de una visión del mundo. En palabras de Narciso Michavila, la forma de pensar de ellas y de ellos se bifurca también en la ideología, en lo político.

La B incomoda porque descoloca. Porque rompe los marcos binarios. Porque dice: no hay que elegir. Se puede desear en plural. Y eso choca con un sistema que solo entiende el blanco o negro.

Quizá el lector se pregunte si esta atracción de las zetas por la bisexualidad no será una moda, o acaso una confusión adolescente. Los sociólogos hablan de “revolución”. En cualquier caso, estamos ante una generación que ha dejado de tener miedo, que ya no siente la necesidad de justificarse por a quién ama. Aunque a quienes crecimos en otra época –heteronormativos de manual, como quien firma estas líneas– aún nos cueste un pelín entenderlo.

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