Los psicohistoriadores, visionarios que vaticinan la desintegración de lo que hoy conocemos como los Estados Unidos de América, basan sus advertencias en las redes sociales en la irrupción de una presidencia autoritaria capaz de dinamitar la Constitución, quebrar el delicado equilibrio entre los tres poderes y militarizar ilegalmente las calles. A partir de ese punto, señalan, se abriría un camino inevitable hacia la crisis social y económica, la disensión permanente y el caos. ¿Les resulta familiar?

Según estas proyecciones –a medio camino entre la especulación política y la literatura apocalíptica– las primeras fracturas serían las de California, Oregón, Washington, Hawái, Illinois, Nueva Inglaterra en pleno y Nueva York. El pronóstico apunta a una disolución interna similar al colapso de la Unión Soviética. La fecha más repetida en este escenario es el año 2050. Pero más allá de hipótesis distópicas, está la realidad…
La aparición de un frente activo y patriótico disidente de Trump marca un punto de inflexión
“Trump es un aspirante a dictador”. La frase del gobernador de Illinois, JB Pritzker, se ha sumado a las declaraciones de su colega por California, Gavin Newsom, y de los alcaldes de Chicago, Washington D.C y Boston, Brandon Johnson, Muriel Bowser y Michelle Wu, quienes encabezan una larga lista de opositores a Trump y sus polémicas decisiones, como la de perseguir a ciudadanos o cesar a los fiscales del asalto al Capitolio y liberar a los asaltantes. Por si fuera poco, Lisa Cook, gobernadora de la Reserva Federal, ha presentado una demanda contra Trump por intentar destituirla.
La voz que mayor eco ha alcanzado es la de Newsom. Sin embargo, quien ha demostrado una gran firmeza es Michelle Wu, la alcaldesa de Boston. Hija de inmigrantes taiwaneses, nacida en Chicago hace 40 años y doctora en Derecho por Harvard, Wu se convirtió en 2021 en la primera persona no blanca en liderar la ciudad. Ciudadana de pleno derecho y madre de tres hijos, Wu ha desafiado abiertamente las órdenes destinadas a criminalizar y deportar a los simpapeles.
Bajo el lema “Dissent is patriotic” (la disidencia es patriótica), Wu ha transformado Boston en un bastión de resistencia frente a la Administración Trump, y su fiscal general, Pam Bondi, ha amenazado con procesarla.
El deterioro político de EE.UU. ya es un hecho. Lo que ocurra a partir de ahora sigue siendo una incógnita, pero la aparición de un frente disidente, activo y patriótico marca un punto de inflexión. Y lo que pueda derivarse de ello perfila un reto tan inquietante como decisivo. La batalla ha comenzado.