El estilo es el mensaje

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Consejero editorial

El estilo es el mensaje. Salvador Illa no ha ido a Bruselas como recadero de Pedro Sánchez, por más que insistieran en ello Alberto Núñez Feijóo y Jordi Turull. Illa se ha reunido en su primer año al frente del Gobierno catalán con sus predecesores en el cargo, pero le quedaba pendiente el encuentro con Carles Puigdemont, que se produjo ayer en Bruselas. Puigdemont había exigido la amnistía política, antes de que se pudiera beneficiar de la amnistía judicial, lo que significaba su reconocimiento público. La reunión con el president se produjo cuando este consideró que había llegado el momento de restablecer una relación para restañar las últimas heridas del procés e iniciar un nuevo ciclo político. Puigdemont se pone de los nervios cuando oye a Illa hablar de que Catalunya ha vuelto a la normalidad, cuando él no puede regresar, pero el encuentro de ayer nos acerca a ello.

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SIMON WOHLFAHRT / AFP

Salvador Illa ha hecho bandera del diálogo y ha convertido el sosiego en estrategia. Cuenta no solo con la amistad de Pedro Sánchez, sino también con su reconocimiento por la manera de gestionar el día a día de Catalunya, huyendo de los insultos y las descalificaciones. Las encuestas avalan esta manera de hacer política, que contrasta con el ruido cada vez más ensordecedor de Madrid.

Illa no hizo de recadero de Sánchez en Bruselas, solo dio un paso más hacia la normalidad

El presidente catalán considera que se ha visto con Puigdemont cuan­do tocaba. La dirección de Junts considera que este encuentro llega tarde, pero no es menos cierto que el tiempo lo cura todo. ¿O acaso la to­cata y fuga de Puigdemont (según definición de Josep Ramoneda) el 8 de agosto del 2024 no fue un intento de boicotear la elección de Illa?

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A Puigdemont le salvó del olvido la campana, como en la canción de Bee Gees, tras los votos por correo que hicieron que sus siete diputados fueran decisivos para que pudiera gobernar el PSOE. Una parte de su electorado quiere más adagios y menos rock and roll, más convergencia que independencia. Y nuevos liderazgos.

No hubo grandes declaraciones tras la reunión en Bruselas. Todo resultó previsible, pero el gesto fue relevante. Antes, Puigdemont almorzó con el abad de Montserrat, lo que siempre serena el alma. La normalidad resulta, a veces, revolucionaria.

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