Salvador Illa, presidente de la Generalitat, y Carles Puigdemont, el expresident que se afincó en Bruselas tras el fracaso del procés en el 2017, se reunieron ayer en la sede de la institución de gobierno catalana en la capital belga. El encuentro, que se desarrolló a puerta cerrada durante hora y media, y cuyo contenido no se ha divulgado, es de notable importancia, puesto que comporta un reconocimiento político de la figura de Puigdemont por parte de los socialistas y, en particular, del presidente Illa, que ve marcado así su inicio de curso. Hasta la fecha habían mantenido reuniones con Puigdemont socialistas como Santos Cerdán, en tanto que secretario de organización de PSOE y negociador, o el expresidente Rodríguez Zapatero, y también la vicepresidenta Yolanda Díaz. Pero no Illa. La reunión entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y Puigdemont, sobre la que se ha conjeturado, sigue sin llevarse a cabo.
Illa presentó el lunes el encuentro, antes de partir hacia Bruselas, como una manifestación de su apuesta por el diálogo, que calificó de “motor de la democracia”. También como una nueva etapa en su política de pacificación que aspira a restañar las heridas causadas por el procés en la sociedad catalana, con el propósito de devolverle toda su ambición, siguiendo el lema de su discurso de investidura: “Unir y servir”.
Ha pasado más de un año desde ese discurso, y fuentes de Junts habían reprochado al presidente de la Generalitat tal demora. El secretario general de esta formación, Jordi Turull, recordó el lunes que la cita llegaba tarde y advirtió que sería de escasa utilidad para las negociaciones sobre presupuestos con el PSOE.
Lo poco que trascendió ayer del encuentro entre Illa y Puigdemont fue el sostenido apretón de manos y las cordiales sonrisas de ambos en los momentos previos a su entrevista. Pero tanto este clima distendido como la duración de dicha reunión invitan a pensar que, en efecto, hubo diálogo, y acaso algún progreso. También es conveniente recordar, en este sentido, la circunstancia del encuentro, del que ambas partes esperan obtener sus frutos.
El presidente de la Generalitat abre el curso político reuniéndose con su antecesor
Para Puigdemont, siempre a la espera que la aprobada ley de Amnistía tenga también para él los efectos deseados, de tal modo que pueda volver a España sin riesgo de acabar en la cárcel, el encuentro con Illa puede interpretarse de alguna manera como una amnistía política por parte de los socialistas. Aunque no como una amnistía judicial efectiva, claro, puesto que eso depende de las más altas instancias de la judicatura. Es obvio que Puigdemont deseaba una reunión como esta, y que, sean cuales sean sus efectos, prefería hacerla a seguir esperándola.
Para los socialistas, los beneficios que, hipotéticamente, podrían derivarse de una mejora de las relaciones con Puigdemont son también claros. La negociación de los presupuestos generales del Estado está ya a la vista, y la posición que en ella adopten los siete diputados de Junts es decisiva. Nada indica ahora, en cualquier caso, que la reunión de ayer, ni siquiera en el caso de que hubiera sido satisfactoria para todas las partes, pueda conducir a una aprobación de las cuentas.
Aunque coincidimos con Illa en que el diálogo es fundamental para el buen funcionamiento de un país, especialmente en tiempos de parlamentos fragmentados, la cautela se impone tras una reunión como la de ayer. No porque sus protagonistas no estén interesados en un acercamiento, ni porque no tengan intención de arreglar, en la medida en que sea posible, los estropicios pasados, sino porque actualmente son diversos los agentes que pueden interferir en el desarrollo de los hechos.
Por una parte está la oposición, que ha presentado el encuentro de Bruselas como una –la enésima– claudicación de los socialistas. Pero es que además hay otros agentes, desde los judiciales hasta determinadas instancias europeas, que pueden pronunciarse de un modo u otro sobre el delito de malversación que se atribuye a Puigdemont o sobre el reconocimiento del catalán en el Parlamento comunitario. Las decisiones que tomen todos y cada uno de ellos pueden favorecer o perjudicar el proceso de acercamiento entre socialistas e independentistas.
El encuentro, cuyo contenido no se divulgó, se inició en un clima de cordialidad
El encono que originó el procés fue de grandes proporciones. Reducirlo no es, pues, tarea sencilla. Por eso está plenamente justificada, sea cual sea su resultado, inmediato o diferido, una reunión como la de ayer. Y, también, todas las que hagan falta para recuperar la normalidad en Catalunya y, sobre su base, relanzar el país.