Tiene razón la influencer María Pombo cuando proclama que quienes leen no son mejores que quienes no lo hacen. Leer es solo una forma más de expansión de las propias fronteras mentales. Existen otras igual de legítimas. Probablemente, algunas de las personas que la han puesto de vuelta y media en las redes al descubrir en un vídeo que en las estanterías de su casa no hay libros son de aquellas que los amontonan en la mesita sin llegar a leérselos.
Espetar a Pombo que “los incultos orgullosos de serlo son tremendos’” denota una superioridad moral alarmante y muy poca voluntad de seducir al otro para que acceda al paraíso de la lectura. La novelista Mariana Enriquez sostiene en el ensayo Archipiélago (Ampersand) que leer procura una existencia muy real a aquellos que suscriben un pacto con la lectura, pero advierte: “Leer es una elección que consume un tiempo que podría dedicarse a estar al sol, renovar vínculos, tener conversaciones, cocinar, bailar. ¿Cuánto será lo que no hago, lo que dejo de lado, lo que me pierdo, porque decido leer?”

La lectura ha repuntado entre las adolescentes
Por suerte, ese universo de lectores y lectoras existe y se expande. Quienes amamos los libros tenemos también el derecho a creer que, cuanta más gente lea, mejor para todos, algo que no comporta descalificar a quienes se abstienen de hacerlo. Por eso son bienvenidas las noticias que confirman la mejora del índice de lectura, un dato que se debatirá a partir de hoy en el Forum Edita Barcelona.
Hay algo llamativo sobre esta feliz iniciativa que en solo una década de existencia se ha erigido ya en referencia global del sector editorial: cuando el foro arrancó hace diez años, el ambiente era tan pesimista como para prever que el libro electrónico liquidaría el de papel y con él las librerías, en un momento en que se dudaba que la lectura pudiera sobrevivir a las nuevas formas de ocio de la sociedad multipantalla. Pero el mal augurio no se cumplió y hoy el hábito repunta entre los jóvenes (sobre todo entre ellas) y se abren nuevas librerías. Así que motivos no faltan para celebrar, en este décimo aniversario, la resiliencia de las historias de papel.
Una contribución a este renovado estado de ánimo es regalar de corazón libros a quienes no han probado este cáliz. También a María Pombo, sin acritud, que tiene la gran suerte de aún no haber leído tanto.