Los gatos y el síndrome posvacacional

Hay temas que, de tan recurrentes, cansan. Se agotan. Hemos hablado tanto del síndrome posvacacional, que aburre. Sí. Ya lo sabemos. Es duro volver al ritmo laboral después de unas semanas tirados en la tumbona, remojándonos en el Mediterráneo balear o mortificando nuestros pies recorriendo hasta el último monumento de ese destino vacacional que convertimos en recompensa a un año de trabajo. Qué ingenuos… Volvemos a casa. Y en la mayoría de las ocasiones, necesitaríamos una semana más de descanso, no tanto para retomar sin traumas la rutina sino para recuperarnos de las mismísimas vacaciones. Pero ese sería otro tema.

Un gato doméstico, ante un libro abierto

Un gato doméstico, ante un libro abierto

MENTA VENTURA

La cuestión es que si el concepto síndrome posvacacional está mostrando síntomas de agotamiento, no importa. Los creativos están ahí para reinventarlo. O no se fueron de vacaciones o su creatividad se dispara con el parón veraniego, que también puede ser. Lo cierto es que mientras revisaba los más de 3.000 mails que me esperaban en la bandeja de entrada, me llamó la atención uno que decía: “Gatos y vuelta a la rutina: guía para aliviar el síndrome posvacacional felino”. ¡¡¡¿¿¿Cómo???!!! Como buena mamá humana para mis dos gatas adoptadas, me saltaron todas las alarmas. “¡Están en crisis y yo sin darme cuenta!”, “Soy una mala madre”, “¿Qué puedo hacer?”. Hasta que reparé en un detalle. “Pero si ellas no se han ido de vacaciones…”. 

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Aunque seguro que hay excepciones, la mayoría de gatos tiene asumido lo que a nosotros se nos resiste aceptar: como en casa no se está en ningún lugar. Viajar con perros, lo veo. Con gatos… ¡menudo viaje! Quizá esté anticuada, que por edad ya empieza a tocarme, pero sigo con esa teoría de que son territoriales y que su trauma sería más vacacional que posvacacional si nos los lleváramos con ese trasportín que odian a recorrer el mundo.

Los gatos tienen asumido lo que se nos resiste aceptar: como en casa, ningún lugar

Los papás y mamás gatunos sufrimos cuando nos vamos de vacaciones. Sentimos que de alguna manera abandonamos a nuestras criaturas felinas. Nos angustiamos hasta que no encontramos canguros que las cuiden esos días. En mi caso, gracias, Joana y Estel, por estar pendientes de ellas. Y, por encima de todo, no padecemos el síndrome posvacacional. Deseamos volver para abrazar a nuestros gatos. Y ellos, a nosotros. Eso sí, a su manera, como siempre.

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