Desde que hace siete meses fue nombrado secretario de Salud de EE.UU., Robert F. Kennedy ha hablado del autismo como una epidemia, por el aumento de diagnósticos en las últimas décadas (también en España). Recuperó la falsa teoría de Andrew Wakefield de 1998 que las vacunas infantiles causan el trastorno del espectro autista (TEA). Y también lo ha atribuido a “tóxicos” ambientales. Encargó que se estudiara la causa del TEA para este septiembre, como si nadie lo hubiera investigado antes. La Administración Trump pretende resolver los grandes retos de salud con tanta premura como dice terminar con las guerras. A ver cuánto tarda el presidente en pedir que le den el Nobel de Medicina, como reivindica el de la Paz. El lunes se vio que Trump comparte las ideas y acciones de su secretario, incluso va más allá. Vaya par de nobeles.

Trump y Kennedy durante su anuncio del lunes
Trump ha instado, sin datos, con su discurso simplón, a las embarazadas a no tomar acetaminofén o paracetamol (Tylenol es la marca más común en EE.UU.) contra la fiebre o el dolor, ni dárselo a los bebés, pues dice que aumenta mucho el riesgo de que los pequeños sufran TEA. Trump y los suyos creen que el aumento de TEA se explicaría por el mayor uso del paracetamol desde que en los años ochenta las autoridades sanitarias desaconsejaron el uso de la aspirina en estos pacientes.
Trump, todo, incluso el autismo, lo resuelve fácil y rápido, con una pastillita
Hay varios estudios que relacionan el uso del paracetamol por embarazadas o en menores de año y medio con mayor riesgo de TEA. Pero se han rebatido, se han hecho con pocos pacientes. Y, en cambio, hay más investigaciones y más amplias que no han visto esa relación causal. Con Trump se pierden los matices. Igual que, como algún estudio señala que la leucovorina (una forma de ácido fólico) puede aliviar las limitaciones de comunicación de algunos afectados por TEA, con esto la administración americana la lanza como la cura.
Nada avala el hiperbólico anuncio de Trump, que no se sabe si es fruto de la atrevida ignorancia o de la estúpida prepotencia, de asegurar que todo, incluso el autismo, lo resuelve fácil y rápido, con una pastillita. No va a ser así.
La OMS, la Agencia Europea del Medicamento y organizaciones médicas se han apresurado a asegurar que no hay nuevas evidencias científicas que cambien el uso que se hace del paracetamol. Trump, que bastante mal hace ya con sus recortes y vetos de la investigación y la atención médica, ha asustado y culpabilizado a las embarazadas y familias; les dice que aguanten el dolor o la fiebre, sin pensar el daño que puede causar; desprecia el trabajo de los médicos y científicos; siembra desconfianza y favorece que niños y adultos con TEA queden al margen de tratamientos. Es irresponsable, inmoral.