Una noticia de la radio informa de que la dirección general de Tráfico (DGT) está preocupada porque en Catalunya solo el 41% del alumnado que se presenta a la prueba teórica del examen de conducir consigue aprobarla a la primera. Hace una década, el porcentaje alcanzaba el 60%. Por lo que respecta al conjunto de España, no resulta fácil obtener datos exactos, pero parece que el porcentaje se mueve en torno al 45%. Así pues, los resultados son alarmantes. La DGT ha dicho, respecto a los de Catalunya, que se deben al hecho de que los alumnos “saben memorizar pero no analizan bien lo que están leyendo”.
No entender el significado de lo que se lee ni poder extraer la información esencial se conoce como analfabetismo funcional. También se considera a una persona analfabeta funcional cuando, a pesar de ser capaz de escribir frases simples, no es capaz de redactar un texto más largo o rellenar un formulario o cuando, pese a saber hacer sumas y restas, no sabe interpretar una factura o calcular un interés. No es, pues, la ausencia de alfabetización, sino la incapacidad de usar de manera eficaz la lectura, la escritura y el cálculo para resolver problemas en la vida diaria.
En España, el analfabetismo presentaba en 1950 una tasa del 17%. En el 2020 se calculaba que la tasa de analfabetos, gracias a la enseñanza obligatoria, había caído hasta el 1%. Ese cambio es encomiable. Sin embargo, si enseñamos a leer sin que, luego, una mayoría del alumnado entienda lo que lee, estamos generando un problema de enormes proporciones.
Ese, según la DGT, 59% de analfabetos funcionales en el caso de Catalunya –o algo menos en el conjunto del Estado– correlaciona con los malos resultados de las pruebas PISA. En el 2015 arrojaron en comprensión lectora en España una puntuación de 495, mientras que en el 2022 esta caía hasta 474. Las mismas pruebas en Catalunya ofrecían en el 2015 una puntuación de 500, mientras que en el 2022 esta se había desplomado hasta 462.
Seguramente este descenso obedece a distintas causas: factores socioeconómicos (pobreza, precariedad laboral, falta de apoyo familiar), poco interés de las familias en la compra de libros, sumado a la pérdida de hábitos de lectura, dificultades de aprendizaje no diagnosticadas, disminución de la capacidad de atención, poco entrenamiento escolar en comprensión lectora…
En cualquier caso, conviene poner ya el énfasis en la educación. Nuestros centros escolares deben priorizar la lectura comprensiva por encima de cualquier otra materia.
