La escenificación mata el relato. Crees en lo que haces y dices, pero en cuanto escenificas, y ya no digamos si teatralizas, estás condenado a que se piense que tan solo buscas qué puedes sacar de provecho.
Le ha sucedido a ERC. Montó el lunes un recibimiento en su sede al concejal Jordi Coronas, uno de los participantes en la Flotilla Global Sumud. Lo hizo convocando a periodistas y cámaras. Lo hizo pese a que una multitud ya lo habían recibido en el aeropuerto junto a otros deportados por Israel. Y lo hizo con una puesta en escena calculada.
Thunberg, en la conferencia de prensa en Estocolmo
Toda una representación: Junqueras y Alamany, números uno y dos del partido, se hacen grabar yendo hacia la puerta de la sede. Llega Coronas. Se abrazan. Acto seguido entra y recibe los aplausos de miembros y militantes del partido. Luego, a pie de micro habla. Más aplausos. Y todo con el máximo de los cuidados, que quede bien grabado para que, oh, ante tanta representación la gente crea –contrariamente a lo que pretendías– que quieres sacar rédito político. Coronas parece que se da cuenta. In situ, toma conciencia de una posible impostura. O quizá no y solo es una expresión nerviosa. Pero el caso es que suelta, mientras sonríe, un “me da un poco de vergüencita” al principio, cuando se acerca a la entrada de la sede de ERC.
“Un encuentro muy espontáneo...” “Montaje fallido”, “Comediantes”, “ERC se ha pasado al narcisismo” son algunos de los comentarios que acompañan al vídeo. Seguramente son haters de Esquerra de por sí, pero en todo caso una puesta en escena como esta echa para atrás (o “da vergüencita”) incluso a los suyos, y perjudica mucho más que beneficia.
Bueno, el narcisismo no es el problema. Algunos integrantes de la flotilla –más preocupados por explicar las condiciones en las que han estado encerrados que en denunciar la situación que viven los gazatíes– han dado muestras de ello, pero no pasa nada.
Porque en casi todo en la vida hay un punto de narcisismo. @AdriaPortaC lo hace constar citando a Hegel. “Toda acción, por muy ética que sea, es susceptible de proyectarle intereses personales o políticos”, escribe en X, a la vez que reconoce que con todo esto de la flotilla “tenemos que reaprender a reconocer la heroicidad cuando está, aunque no aparezca nunca de forma pura, sino contaminada por likes y medios. Pero está”.
Algo parecido piensa @paullonch: “Gente que está ante un micro siete horas al día desacreditando la flotilla por un supuesto narcisismo. Quien esté libre de Narciso que tire la primera piedra. Decir que todo el mundo se mueve por intereses es la mejor manera de justificar el inmovilismo propio”.
Ada Colau, Greta Thunberg son narcisistas. Pero Thunberg, con experiencia escénica previa, es quien esta vez y en este caso concreto, más ha sabido estar. “Puedo hablar durante mucho tiempo sobre los maltratos y los abusos que sufrimos en nuestra prisión, de verdad, pero esta no es la historia”, dijo deportada en el aeropuerto de Atenas. Sobre “las torturas” también pasó de puntillas durante la conferencia de prensa posterior en Estocolmo: “No quiero compartir lo que me pasó porque no quiero que aparezca en los titulares, porque esta no es la historia”. Denunciar “un genocidio que está pasando ante nuestros ojos” es lo que realmente importa.
¿Se siente protagonista? Seguramente, pero secundaria. Quienes importan son los gazatíes. Varapalo a los que hablaron largamente de sí mismos. Porque de los maltratos a que ha sido sometida solo han hablado en detalle sus compañeros. Y ella, pero en privado, ante diplomáticos suecos. Nada en público. ¿Figurar? Sí. ¿Hacer teatro? Eso ya no. Y menos si eres un partido político.
Thunberg no necesita hacer teatro. Tampoco Coronas, impelido a hacerlo. Pero ERC sí. Thunberg nunca podrá ser de ERC, porque no da margen a pensar que no cree en lo que hace.

