El escepticismo que rodeaba el plan de paz propuesto por Donald Trump se ha desvanecido con las imágenes de la liberación de los últimos rehenes israelíes y con los camiones entrando en la franja de Gaza para abastecer de comida y medicamentos a los palestinos.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió halagos unánimes de los asistentes a la cumbre
El futuro está por escribir y no será nada fácil mantener la paz en esta zona, pero lo que no se le puede negar a Trump es su absoluto triunfo diplomático con la consolidación del acuerdo de ayer. Su excesivo protagonismo, el papel que desempeña su yerno en la negociación de los pactos o su reserva para presidir el futuro gobierno en el enclave junto con el ex primer ministro británico Tony Blair son decisiones muy discutibles pero que no pueden esconder el impulso al acuerdo.
Solamente Donald Trump podía convencer a Beniamin Netanyahu con argumentos tan pueriles como el que expuso ayer en el Parlamento israelí ante el propio presidente: “Le dije: ‘Bibi, te recordarán mucho más por esto [la paz] que, si sigues como ahora,
matando y matando’”. Ojalá Trump se lo aplicase a sí mismo en tantas decisiones arbitrarias y cerriles que ha tomado y que no están ayudando a mejorar la paz en el mundo.
Ayer fue un día de celebraciones para los israelíes que ponen punto final a una guerra donde han muerto más de 1.500 compatriotas y para los palestinos que, aparte de las 64.000 bajas, se pueden plantear volver a sus casas o a lo que queda de ellas. Ya habrá tiempo de valorar cómo será la transición a la nueva etapa, quién se hará cargo y de qué manera del control gubernativo de la franja o qué papel va a tener Hamas en las próximas semanas. Hay muchas incógnitas por desvelar, pero hoy toca felicitarse por el alto el fuego, por la liberación de los rehenes y por el reabastecimiento de la población palestina.
Pero no se puede olvidar. Trump pidió ayer un gesto de magnanimidad hacia Netanyahu, pero el genocidio cometido en Gaza no puede quedar impune. Los tribunales internacionales deben hacer su trabajo y castigar a los culpables para que catástrofes humanitarias como estas no puedan repetirse. Todo el júbilo que haga falta por el acuerdo, pero sin borrar de la memoria lo que ha sucedido.