En Egipto se están frotando las manos. Si hace tan solo un mes desaparecía de su icónico museo de antigüedades un brazalete de oro del faraón Amenemope, ahora ha llegado el turno del todopoderoso Louvre. Tras el robo de unas cuantas joyas de la corona francesa, pocos argumentos les quedan a los que defienden que el busto de la reina Nefertiti debe permanecer en Europa por motivos de seguridad. Ha quedado demostrado que no hay museos a prueba de atracos. Ni tan siquiera el más visitado del mundo en la civilizada París. Los ladrones, además, no han necesitado conocimientos en sistemas informáticos para burlar cámaras y alarmas. Con tan solo imaginación y planificación ha resultado suficiente. Ni en las películas lo pintan tan fácil.
La Gioconda y Eugenia de Montijo
Un informe preliminar del Tribunal de Cuentas francés, cuyo texto completo se dará a conocer en pocas semanas, reveló ayer importantes fallos de seguridad y contra incendios en el Louvre. Lo que resulta increíble. El documento habla de considerables y persistentes retrasos en la modernización de las instalaciones técnicas. Apenas más de un tercio de las salas cuentan con una cámara de seguridad. Se intuye cierta negligencia por parte de la dirección de la institución. Y no será por falta de presupuesto operativo, que supera los 320 millones de euros anuales.
Vídeo de los ladrones en el momento del robo
Eugenia de Montijo ha revivido con el robo del Louvre como lo hizo 'La Gioconda' en 1911
De lo que no hay duda es que este asalto se ha convertido, de momento, en el robo del siglo XXI en el Louvre. El del siglo XX es más que conocido: el de La Gioconda por parte de Vincenzo Peruggia, un operario italiano que el año anterior había colocado un cristal de seguridad al cuadro. La ironía está servida. Desde aquel momento, el interés por la pintura de Leonardo da Vinci creció hasta tal punto que se convirtió en la más conocida de la historia del arte, un estatus que todavía mantiene. La publicidad que conllevan estos robos tan mediáticos sirve de alguna manera para dar visibilidad a las obras y su historia, como ha sido ahora el caso de Eugenia de Montijo y su corona de 1.354 diamantes y 56 esmeraldas que los ladrones dejaron caer en su huida.
De alguna manera, la aristócrata española, casada con Napoleón III, ha revivido con este asalto como lo hizo la Mona Lisa en 1911. Apasionada por la moda, también destacó por sus obras sociales y de caridad. Todo un personaje que se ha hecho más visible gracias a la corona recuperada, que se convertirá, sin duda, en un nuevo reclamo para el museo cuando vuelva a exhibirse.
Esta joya ha tenido suerte en todos los sentidos. Ahora solo cabe esperar que el resto del tesoro saqueado no termine como el brazalete de Amenemope, desaparecido para siempre fundido en un lingote.
