“Quien siente miedo no deja de oír ruidos”. La frase de Sófocles, casi tan antigua como el drama mismo del mundo, resume el convulso panorama político en Andalucía, donde –salvo adelanto súbito– dentro de ocho meses se debe votar a un nuevo presidente que perfectamente puede ser (o no) el mismo que ahora ejerce el cargo.
El pánico ante un inesperado retroceso electoral que haga peligrar la mayoría absoluta de Juan Manuel Moreno Bonilla se ha instalado cómodamente en el Quirinale y pasea por las distintas alas del egregio palacio barroco que fuera Universidad de Mareantes.
La tempestad, en este caso, no es marítima. Está provocada por los graves errores en los diagnósticos de cáncer de mama, que ya se han cobrado el puesto de la (tercera) consejera de Salud del PP. La crisis ha zarandeado a la derecha meridional como no se había visto en los últimos siete años. El malestar no cesa y las aguas (políticas) distan de estar serenas. No es una marejada. Es una gran tormenta.
Los intentos de Moreno Bonilla, que se presentará por segunda vez a la reelección en los que serán sus cuartos comicios consecutivos como candidato conservador a San Telmo, para cerrar la vía de agua provocada por el deterioro de la sanidad pública no están dando los resultados deseados. Todo lo que podría complicarse, empeora.
El Quirinale comenzó gestionando con desagrado la denuncia de las mujeres afectadas y, tras la decisión de Moreno de asumir en primera persona el liderazgo en esta crisis, la situación pareció enderezarse. Fue un espejismo. La designación del número dos de su gobierno –Antonio Sanz, un hombre de Javier Arenas– como consejero de Salud tampoco ha contribuido a sosegar la situación.
El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla
Sanz, al contrario que su predecesora, cuenta con un perfil orgánico y político, no técnico. Ha llegado a la consejería anunciando una reforma del Servicio Andaluz de Salud (SAS) y se ha topado con una denuncia ante la Fiscalía de la asociación ciudadana que destapó el escándalo –AMAMA– por supuestos casos de manipulación en los historiales médicos de las miles de personas afectadas, en los que se habría sustituido de las mamografías el término “lesión sospechosa” por “probablemente benigna” y además se habría omitido el nombre de los radiólogos que interpretaron dichas pruebas diagnósticas.
El consejero ha respondido a esta denuncia con un tono agrio: “Que se dejen de lanzar infundios y desprestigiar al sistema público de salud y a sus profesionales con bulos, alimentados incluso por el Gobierno de España, para generar miedo”. No es una respuesta inteligente: muchas pacientes quieren denunciar ante la Justicia y no pueden hacerlo si no tienen acceso a sus historiales sanitarios.
La asociación afirma que las mujeres afectadas superan las dos mil pacientes reconocidas por San Telmo, que intenta hacer creer que las incidencias se limitan al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, cuyo jefe de radiodiagnóstico ha sido destituido como preludio de otros ceses de cargos intermedios. “El valiente tiene miedo del contrario y el cobarde tiene miedo de su temor”, escribió Quevedo.
Ambos miedos, de hecho, son ya el mismo: en el PP ven con honda preocupación la erosión electoral del presidente de la Junta y, a su vez, sienten pavura de su propio pánico. El cambio de consejero no solventa la cuestión de fondo: los retrasos en los diagnósticos son estructurales. No se limitan a una patología. Afectan a muchas más.
2. La presidenta de la asociación Amama, Angela Claverol, a su salida de los Juzgados de Sevilla
El Quirinale se ha sacado de la chistera un programa de nuevas tecnologías para dar la sensación de que es capaz de agilizar las pruebas y acelerar los diagnósticos. Pero no aborda lo sustancial: la falta crónica de personal, sumada a la ausencia de médicos y a la doble actividad profesional legalizada por Jesús Aguirre, el primer consejero de Salud de Moreno y presidente del Parlamento andaluz.
La Inteligencia Artificial, el último banderín efectista del PP en mitad de esta tormenta, no puede reemplazar a ningún radiólogo. San Telmo ha decidido no huir del debate parlamentario sobre esta cuestión –esta semana se ha celebrado una sesión monográfica, hasta ahora vetada por la mayoría conservadora– porque sabe que negar la evidencia es mucho peor que hacer acto de contrición y anunciar cambios genéricos sin desvelar cuáles han sido los fallos.
La incógnita capital, en términos políticos, es la ecuación entre el grado de deterioro de la figura de Moreno Bonilla –que es la clave de bóveda de todo el poder de la derecha en el Sur de España– y el verdadero alcance de los cambios que el Quirinale afirma querer abordar tras siete años huyendo de cualquier iniciativa reformista.
Antonio Sanz, consejero de Presidencia y nuevo titular de Salud en Andalucía
Si optase por limitarse a decisiones epidérmicas o cosméticas, como digitalizar los expedientes médicos, la frustración social y las consecuencias electorales asociadas pueden hacer que la mayoría absoluta de 2022 decline. Si es que no lo ha hecho ya.
Esta hipótesis es la que más preocupa en los cuarteles generales del PP andaluz, que esta semana no ha podido –o querido– evitar que un sondeo bajo el control del nuevo consejero de Salud, que lo es también de Presidencia y Emergencias, confirmase este riesgo. Las dudas, sin embargo, no son cosa de ahora. Llevan más de seis meses en el radar del PP, mucho antes de esta crisis sanitaria.
Jesús Aguirre, presidente del Parlamento andaluz y primer consejero de Salud de Moreno Bonilla
Moreno ya no atrae más votos prestados y una parte de los sufragios obtenidos hace algo más de tres años son ahora dudosos, aunque tampoco beneficien a los socialistas (que siguen cavando su fosa) ni a las minorías de izquierdas. El PP conserva un techo electoral sólido para revalidar San Telmo, pero si no obtiene un mínimo de escaños suficientes –55– puede volver a depender de Vox.
Este escenario destrozaría el papel de derecha moderada que viene interpretando sin cesar el presidente de la Junta desde 2019. Moreno Bonilla ha tratado esta semana incluso de llamar la atención sobre la estabilidad de su equipo de gobierno adelantando la presentación oficial del presupuesto de la autonomía para 2026.
La hoja de ruta electoral del Quirinale contemplaba incidir en el déficit crónico de financiación de Andalucía –con la derivación a la polémica del cupo catalán– como uno de sus grandes argumentos políticos. La crisis sanitaria ha hecho que este debate deje de verse como toreo de salón para convertirse en un inquietante revolcón. “La buena suerte puede librar a muchos del castigo, pero a nadie le vacuna contra su miedo”, escribió Séneca, hijo ilustre de la Bética.

