La guerra del horario

El patio digital

La guerra del horario
Periodista

Ayer, de madrugada, a la tres fueron las dos, y la pregunta que muchos se hacían era si sería la última vez que viviríamos un ritual tan enraizado en nuestras vidas como lo son las uvas o el Hallow... digo, la castanyada. Y esa ha sido la gran cuestión en el mundo real (y el digital) desde que el mismísimo jefe de Gobierno puso sobre la mesa el debate la semana pasada. La idea básica es que ya no tiene sentido ahorrador cambiar de hora y que, para nuestra salud, hay que elegir un horario: o invierno o verano. 

No estábamos, los habitantes de esta península lo bastante polarizados entre buenos o malos, como para tener que escoger nuevo bando. Que si team invierno contra team verano. Y no es que no nos suene este combate, se le ponga el nombre que se le ponga. Porque en X nos gusta hablar del tiempo y pelearnos por propuestas políticas. Así que... ¡Que empiece la batalla!

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Lavandeira jr / EFE

Las posturas se comienzan a ver muy encontradas ya de primeras. Los argumentos básicos nos suenan. De hecho, es una especie de batalla por la luz. Para unos, que tengamos luz hasta las tantas es positivo y da alegría, porque en Ejpaña semos así, cachondos y divertidos. Y, por lo tanto, el que sea del team invierno es un aburrido y un sosaina, y probablemente, mala persona. Y, en el otro lado, están los intelectuales, los de los argumentos circadianos, que la luz es para levantarse “ben d'hora, ben d'hora”, los que se han sacado la carrera de reloj biológico por la universidad de “lo-dice-la-ciencia”. Unos, abanderan la calle y se atribuyen lo que siente la gente porque olé, es “nuestro carácter”; los otros, circunspectos de monóculo y pipa con tono aleccionador. Las dos españas. Sí, puede ser una caricatura algo exagerada, pero los tiros iban por ahí una vez el debate —oh, qué sorpresón— se politizó. 

Los veraniegos apelan a que “somos así”, cachondos y divertidos; los invernales aleccionan hablando de ritmos circadianos

Los veraniegos argumentan que qué le voy a hacer, si nací en el Mediterráneo e iban básicamente a por el presidente. “¡No me quites el sol!”, clama dramáticamente @gominuke ante la nueva afrenta sanchista. “La gente que aboga por el horario de invierno es gente profundamente infeliz”, subraya Isabella Soprano, dando dónde más duele. “Pues nada, que prohíban Tinder, drenen el Mediterráneo, ilegalicen Camarón y nos metan a todos en iglesias luteranas a poner cirios a Juan Calvino”, señala @israelmerino_. Y @AneSegarraG aporta el problema de su “deficiencia de vitamina C” como argumento, quizás definitivo. Como más medios serios, con buenas y acreditadas fuentes, defiendan el horario invernal, más se enfadan.

Los de Invernalia exigen un poco más de raciocinio y sentido común. “Los del team verano supongo que veis totalmente normal y saludable, que a las 8 de la mañana sea de noche (en unas semanas estaría así a las 9...) y que en verano sea de día hasta las 22.30”, expone irónicamente @erprofedelengua. Y muchos, como @cristinaM_O, advierten de una confusión grave: “No puede ser de verdad que gente adulta esté diciendo que si nos quedamos con el horario de invierno en verano se haría de noche a las cinco de la tarde. Por favor, abran las escuelas”. 

Como siempre, ante tesis y antítesis, viene la síntesis: otros dicen que el problema no es de un horario u otro, sino de lo mal que nos lo montamos los que pagamos impuestos en este Estado con el tema laboral. Nace un nuevo equipo, el “team jornada intensiva”, el que carga contra el parón del mediodía y salir a las 19 horas, el que apuesta por una mayor conciliación, y el que, con algo de ingenuidad, cree posible un cambio de hábitos para volvernos más europeos, pero esta vez de verdad. También están los que recuerdan que el país ibérico que no es Portugal se rige por un horario, el centroeuropeo, que no le corresponde por situación geográfica. El municipio de Fraga, en Huesca, está alineada con Greenwich; en cambio, su horario es el de Berlín. Por no hablar del decalaje del de Santiago de Compostela. Son cosas que pasaban cuando Franco quería contentar al aliado alemán. 

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Pero para conciliadora la propuesta de @shaqt3, que todo apunta a la más probable. “Como nadie se pone de acuerdo entre el horario de verano y el horario de invierno, propongo que 6 meses tengamos uno y luego adelantamos o atrasamos 1h y tenemos el otro ¿Qué os parece?”. Excelente idea. ¡Cómo no se nos ocurrió antes! Y es que, en cuestiones de cambios de horario, al final nadie se mueve. O si no que se lo digan a Fabián Mohedano, aquel diputado catalán que dedicó tantos esfuerzos en defender una reforma horaria en profundidad, más allá de un cambio puntual, que, como ya se ve, pocos se creen. Ante la falta de consenso, quieto todo el mundo.

Otra opción, vista las posiciones politizadas, es viajar en el tiempo de verdad. Por ejemplo, hasta 1938, cuando en España la guerra, la de verdad, se llegó a desarrollar en dos horarios distintos hasta que la victoria franquista los volvió a unificar (a la alemana, como ya se ha dicho). Y ocurrió precisamente porque unos y otros, totalmente enfrentados, decidieron ir aplicando el cambio de hora de verano —que habían impulsado los británicos a principios del siglo XX— a su manera. Como ahora ocurre con Canarias, el lado rebelde celebró el Año Nuevo de 1939 una hora después que el republicano. Pero mejor no dar ideas.

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