Como en la ranchera de Vicente Fernández, Carles Puigdemont puede decir que “con dinero y sin dinero / yo hago siempre lo que quiero / y mi palabra es la ley”. Puigdemont ha reunido a la cúpula de su partido en Perpiñán para romper con el PSOE, porque considera que ha agotado el margen de los socialistas para satisfacer las contrapartidas prometidas a Junts. La dirección no se lo discutió y la militancia tampoco parece que vaya a hacerlo, aunque muchos no sepan adonde les lleva esta decisión. Se trata de una ruptura en fases –hace un año Puigdemont se sacó lo de la moción de confianza, que quedó en nada–, que consiste en retirar el apoyo a Sánchez pero no apoyar de momento una moción de censura. Es más una separación que un divorcio, pero no compartirán casa. Ni trinchera.
Las encuestas no les son favorables y, si a corto plazo hubiera elecciones, todo apunta a que Junts no saldría precisamente airosa, pues Aliança Catalana, de Sílvia Orriols, les está comiendo el espacio. Pero Puigdemont no soporta seguir aislado en Waterloo, sin que se resuelva lo suyo ni su partido adquiera relevancia, así que vuelve a dar un golpe de efecto. El personaje es más un activista que un político, un táctico que un estratega, pero ha hecho un movimiento arriesgado para mover el tablero.
El otoño caliente prometido por Puigdemont sube la temperatura política
¿Cuáles son las contrapartidas incumplidas a que se refiere el expresidente catalán? Unas cuantas, pero las principales son la aplicación de la ley de Amnistía, la oficialidad del catalán en la UE y el traspaso de las competencias en inmigración. Pero la amnistía la ha frenado el Tribunal Supremo, el catalán lo ha puesto en cuestión la poderosa Alemania y el traspaso de inmigración lo ha impedido el voto decisivo de Podemos. Lo de menos es que los socialistas aceptaran que la ley de Amnistía fuera un traje a medida, que el PSOE se haya esforzado para conseguir la mayoría necesaria en el Consejo Europeo por el catalán o que los socialistas votaran a favor del traspaso inmigratorio.
¿Y ahora qué? Pues se complicará aún más la legislatura. También lo dice la ranchera: “Una piedra en el camino / me enseñó que mi destino /era rodar y rodar”. Igual el líder de Junts entendió que el verso hablaba de echarlo todo a rodar.
