Leo un magnífico artículo de Antonio Scurati, en el que nos advierte que la lectura, efectivamente, es una de las pocas cosas que nos defienden de la manipulación del populismo y de la perversión del mal uso de los algoritmos y de sus nada bondadosos dueños.
Regresar de la Feria del Libro de Frankfurt, a la que asisto hace 40 años, es una forma de notar el papel que pueden tener los libros y la lectura profunda en nuestras vidas. Las personas que están comprometidas con la edición y la lectura son aliados naturales de la sostenibilidad social.
Escuché a Stefan von Holtzbrinck una magnífica defensa de editar como forma de coraje, como compromiso ante la sociedad y uno mismo. La edición –en su mejor versión– es asumir riesgos con valentía, defender la libertad, no doblegarse ante la censura y apoyar a los ciudadanos a mostrar su coraje ante la adversidad de nuestro tiempo. La libertad en la edición, que no se pliega a la censura, debe ser siempre defendida. Todos sabemos que leer es esencial para construir ciudadanos libres.
Ha llegado la hora de que haya un tercer ministerio que apoye la lectura: el de Sanidad
Una conclusión transversal del informe PISA muestra que los hogares con menos de veinte libros tienen casi asegurado el fracaso escolar de sus niños y jóvenes estudiantes. Y, en cambio, las estadísticas también demuestran que en las casas que albergan más de doscientos títulos, la probabilidad de éxito escolar es muchísimo mayor. Al éxito interior de realizarnos en una versión más completa de ser humano se llega leyendo lo suficiente.
Y por eso la lectura siempre ha sido defendida, tradicionalmente, por dos ministerios: el de Educación y el de Cultura. Nada nuevo bajo el sol. Ha llegado la hora –visto el rumbo que toma el mundo– de que haya un tercer ministerio que apoye la lectura de un modo muy decidido y profundo: el de Sanidad. Sin lectura no hay condiciones para mejorar la salud física y mental de las personas. Quien lee vive más y mejor, como está científicamente demostrado.
Vivimos en un mundo amenazado. Y tenemos que defenderlo. Václav Havel es más vigente que nunca, ya que señaló que “la esperanza no es la convicción de que las cosas saldrán bien, sino la certidumbre de que algo tiene sentido sin importar el resultado final”.
Ahora que se habla en todas partes de los presupuestos para los ministerios de Defensa (que incluso se rebautizan como ministerios de la Guerra), es hora de defender nuestro futuro ante las amenazas reales que todos conocemos y que a todos nos inquietan cada día más. Acaso tendríamos que defender que la lectura sea recomendada por el Ministerio de Defensa… de los ciudadanos.
