Qué decirle a su hijo si se enamora de una musulmana

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Qué decirle a su hijo si se enamora de una musulmana
Director de Contenidos en Godó Nexus

Qué decirle a su hijo si se enamora de una musulmana.

Si su hijo le dice que se ha enamorado de una chica musulmana, enséñele a comunicarse.
Dígale que comunicarse no es hablarlo todo, ni solo escuchar, y lo más importante: no es buscar tener la razón.
Tener la razón en una relación no sirve para nada, porque las personas somos emocionales. La razón solo es una excusa que nos inventamos para generar certezas en un mar de emociones que nos sobrepasan.

Cuando los hombres tenemos problemas, solemos callarnos. Es nuestra manera de lidiar con lo que nos duele. Así nos han educado: sin herramientas para expresar lo que sentimos. Pero en ese silencio empiezan a romperse muchas parejas. Porque las mujeres —que escuchan el silencio con más atención que las palabras— lo llenan de porqués. Interpretan. A veces aciertan; otras, se alejan de la verdad.

Por ejemplo, si un hombre tiene un mal viernes en el trabajo puede quedarse callado todo el sábado por la mañana. Es posible que su pareja piense que no le apetece el plan que han pensado, o que no le interesa ella. En realidad, todo se habría resuelto con una frase tan sencilla como:
“Hoy me siento sobrepasado. En el trabajo no encuentro las soluciones y tengo miedo de que mi jefe crea que no sé resolverlo. No sé cómo explicarte lo que me pasa, y lo más cómodo es encerrarme en el baño con el móvil. No es que no quiera estar contigo, es que no sé cómo estar conmigo.”
Eso, dicho a tiempo, soluciona más divorcios que cualquier terapia.

Por eso, todos los consejos que se le pueden dar a un hijo —que sea un buen hombre, alguien en quien confiar, leal y atento— pueden sonar genéricos o vacíos.
En realidad, todos esos atributos nacen de practicar una buena comunicación.
Cuando expresas verdad, generas confianza.
Cuando escuchas sin ganas de tener la razón, solo para entender, generas empatía.
No trate de contestar cada cosa que su pareja le diga: déjela hablar.
No intente ofrecerle soluciones racionales a cada emoción.
Spoiler: no funciona.

Y ahí está la clave. Porque si su hijo empieza a salir con una musulmana —o con quien sea—, no necesita consejos sobre culturas, religiones ni su opinión sobre el hiyab.
Solo necesita aprender a estar presente, a escuchar y a cuidar.
El resto es accesorio.
La empatía, la comunicación y el respeto son universales.
Da igual de dónde venga la persona que ama: lo importante es cómo se comporta cuando alguien confía en él.

Su hijo no necesita consejos sobre culturas, religiones ni su opinión sobre el hiyab

Su hijo no necesita consejos sobre culturas, religiones ni su opinión sobre el hiyab

El talón de Aquiles de Silicon Valley es el amor

Hablando de “amor”. Esta semana leí una de las noticias “más divertidas” del año. The Times informa que China y Rusia están utilizando a mujeres para espiar a los gurús tecnológicos de Silicon Valley. No son profesionales del espionaje: son civiles que se hacen pasar en LinkedIn por expertas en criptomonedas, analistas de bolsa o entusiastas de los videojuegos. Se casan con expertos en IA, tienen hijos con ellos y les roban toda la información confidencial sobre sus proyectos. Esta práctica le cuesta a EE.UU. más de 600.000 millones de dólares al año. Impresionante.

Lo verdaderamente divertido es pensar que los mismos hombres capaces de construir super inteligencias que aprenden solas son incapaces de distinguir un “te quiero” real de uno fake. El destino de la humanidad está en manos de prodigios intelectuales con una inteligencia emocional de Windows 95.

Hombres que tratan de demostrarle al mundo lo inteligentes que son a través de la IA. Típico villano de Marvel: “¡Todos os burlasteis de mí y ahora sabréis de qué soy capaz!”. Es asombroso lo que puede construir un hombre frágil emocionalmente.

Miles de millones en ciberseguridad, firewalls, y detección avanzada de amenazas… para que todo se derrumbe cuando una buena espía rusa te susurra: “te quiero”. Es tan poético que resulta hermoso.

La sociedad del futuro se sostiene sobre pilares finos.
Y ahora sabemos que uno de ellos es la fragilidad masculina.

La CIA debería dejar de invertir en firewalls y empezar a financiar cursos de gestión emocional.

Ahí está la verdadera brecha de seguridad.

La alegría como forma de rebeldía

El próximo 4 de noviembre, Nueva York elige alcalde. Zohran Mamdani tiene 34 años, es musulmán y socialista. Casi nada para los estadounidenses. Para sorpresa de muchos, lidera las encuestas frente a un rival que tuvo que dimitir en 2021 tras ser acusado por once mujeres de acoso sexual.

De Mamdani se pueden decir muchas cosas: que si es el nuevo Obama, que si los musulmanes son los nuevos negros, o si, más que alcalde, representa la némesis de Trump y todo lo que encarna. Pero lo más interesante no está en su política, sino en su energía.

Su campaña se apoya en algo tan simple —y tan poderoso— como la alegría. Sonríe, bromea en español, se ríe de sí mismo en podcasts con cómicos negros. Mientras otros agitan el miedo —al islam, a la inseguridad, al caos—, él proyecta empatía, esperanza y ganas de experiencias compartidas entre culturas.

En el fondo, eso es lo que se va a poner a prueba: si la alegría puede imponerse al miedo.

¿Por qué los jóvenes votan a Mamdani y no a su rival? No es por irresponsabilidad en términos económicos. Es porque todavía no les ha dado tiempo a llenarse de miedos: miedo a lo nuevo, a perder el trabajo, a que les dejen sus parejas, a equivocarse… o a tener un vecino que hable en otro idioma. Están dispuestos a probar otro status quo sin ningún tipo de miedo por lo que puedan romper en el camino.

El miedo es lo que llega cuando uno empieza a hacerse mayor.

Por eso, si me permite el consejo: no deje que el miedo se le instale en la cabeza. 

Es la primera señal de envejecimiento.

Como diría Clint Eastwood, será que está dejando que el viejo entre en su cuerpo.

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