Cuando vi a Lamine Yamal dos días seguidos acudiendo a la pseudoliga convertida en el penúltimo negocio de Gerard Piqué, me dio mala espina. Soy muy partidario de que cada uno haga en su tiempo libre lo que le apetezca. Pero qué necesidad tenía Lamine de exponerse de esa manera a dos días del clásico. Pero bueno, es mayor de edad, los jóvenes ahora se comunican así, y bla bla bla. De todos los reunidos en el chiringuito de Piqué, el único que se iba a exponer a un juicio mundial en 48 horas era Lamine, y por lo que parece nadie le aconsejó que no lo hiciese, ni en su entorno ni en el club.
Es sorprendente que, estando al frente del negocio alguien como Piqué, no fuese el propio excapitán del Barça el que le hubiese aconsejado no acudir a la cita. Piqué ha manifestado sus ganas de convertirse en el futuro en presidente del Barcelona, motivo suficiente para aconsejar mejor a su amigo Lamine. Hasta por interés propio, porque el futuro del Barça está hoy muy ligado al jugador de Rocafonda. Creo que no le hubiese costado nada al veterano jugador decirle: “Oye, Lamine, ya vendrás la semana que viene, que a ti el domingo te va a estar observando con lupa medio mundo”. Porque pocos como Gerard Piqué, bregado en mil polémicas, pim pam pum de la prensa deportiva de Madrid durante años, conocen cómo las gastan los odiadores profesionales.
Lamine Yamal ha conseguido en dos años lo que ningún jugador español había logrado en mucho tiempo: ser admirado en todo el país, seas del Barça, del Madrid o del Alcoyano. Entre otras cosas porque el título más importante que ha conseguido hasta el momento es la Eurocopa 2024 con la selección. Vayas al lugar que vayas de España puedes encontrarte a cualquier chaval o chavala con una camiseta de la roja con el nombre de Lamine Yamal y su dorsal. Y eso tiene que ser muy duro para sectores, principalmente madridistas, que consideran que el poder y el poderío en el fútbol les pertenece.
Lamine Yamal ha sido un milagro en la España más ultraderechizada de las últimas décadas
No podemos decir que Lamine no haya cometido errores no forzados que han empezado a mosquear al personal. No ayudan la fiesta de su cumpleaños por los 18, la ostentación continuada o la sobreexposición que ha hecho de su última relación amorosa. Cuentan los que fueron a la entrega del último Balón de Oro, en el que Dembélé se impuso al jugador del Barça, que la expectación que despertó Lamine Yamal multiplicó la de cualquier otro futbolista.
La envidia acumulada contra Lamine era muy superior a lo que imaginaba. Lamine ha pasado del barrio más pobre de Mataró a ser un icono mundial, multimillonario, y gestionar eso tiene que ser muy complicado. Con 18 años ha conseguido convertirse en el segundo mejor jugador del mundo, viniendo de donde viene: de una familia humilde, de inmigrantes de origen africano, de raza negra. Lamine ha sido un milagro en la España más ultraderechizada de las últimas décadas. Los ultrapatriotas son capaces de cargarse a Lamine aunque con ello se carguen las posibilidades de que su España gane un segundo Mundial.
Por todo eso soy más laminista que nunca. El domingo pasado llegué a la conclusión de que lo mejor fue perder. Hubiese sido fatal empatar con un gol de Lamine en el último minuto, porque eso lo hubiese tapado todo. Bienvenidas sean las curas de humildad. Darte cuenta de que tus actos tienen consecuencias. Que no eres invencible. Y que ante tanta exposición hay que cuidarse y protegerse.
Lamine se levantará, y los amantes del fútbol seremos felices. Es muy poco probable que Lamine lea este artículo. Confío en que lo lea Piqué y se lo pase. Un abrazo, Gerard.
