Rufián, déjale

EL PATIO DIGITAL

Rufián, déjale
Redactor

La fórmula “No participamos de burbujas mediáticas de la ultraderecha”, de la que tirabas hace unos tres o cuatro años para no responder a colaboradores mediáticos de la extrema derecha, era mucho mejor, Gabriel. Por mucho que hoy, cada vez que sales del Congreso y aquel te planta el micrófono, le dejes con dos palmos de narices, le hagas bailar el vito y lo esquiles. Pero esa pauta era incluso una manera honesta de no replicar. Mucho más, diguem-ne, que la de tu jefe de filas cuando, sin ser necesariamente de ultraderecha el periodista, a menudo dice humo y confeti para contestar sin contestar.

Gabriel Rufián y Vito Quiles

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X

Fue divertido las primeras veces, Gabriel. Totalmente cierto. La ironía y el sarcasmo son buenas contra quien busca reacciones y no respuestas. Lo has toreado siempre que has querido, cada vez que habéis mantenido conversación. Luego, él cuelga los vídeos en X y ni editándolos se da cuenta de ello. Tampoco algunos de sus seguidores de extrema derecha, que celebran cada capítulo de su “serie preferida”. “Se ríe en vuestra cara sin despeinarse”, se sorprende @Menvillebecomes.

Pero basta. No hay “compadreo”, como dice Pablo Iglesias, pero déjale ya, porque sin pretenderlo lo normalizas como el periodista que no es. “Quien solo incomoda a unos no hace información, hace propaganda”, dijiste tú mismo en el Congreso.

La votación de RTVE debería hacerte recapacitar. A través de sus redes sociales sugirió a los usuarios propusieran y votaran una pareja para presentar las campanadas de Fin de Año. De las 228 duplas propuestas, ganó la que os pide a los dos juntos. De calle. “Las dos Españas brindando”, se ha dicho en X. Prueba evidente de que a este colaborador mediático de la ultraderecha lo hemos ido normalizando, por la razón que sea.

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Otro motivo para dejarle. Fabrica bulos. La semana pasada, mientras se paseaba para las universidades con el único objetivo de denigrar a todos los que se manifestaban en su contra, se hizo público un audio. En él presiona a un concejal de Alfafar para que diga que el Ayuntamiento ha tirado, sin motivos sanitarios, ropa dada a los afectados por la dana. No lo consiguió. Y en su momento publicó una grabación convenientemente recortada y editada para que pareciera que lo reconocía.

Aquí, hay que admitirlo, quizá podrías aplicar una moratoria a vuestros encuentros. Es posible que, después de eso,  se dé cuenta -esta vez sí- de que si te vuelve a plantar el micro saldrá más trasquilado todavía. Si te parece, invierte la acción: búscalo tú a él, al salir del Congreso, y pregúntale sobre esta cuestión. Es imposible que no balbucee. Tienes la oportunidad de hacer juego, set y partido. Y después, adiós, que la derecha radical vive del conflicto y el show, y nuestras respuestas –por inteligentes y sarcásticas que sean– son peligrosas si las acaban incorporando a su espectáculo.

Le sabría mal que le dejaras. Te necesita más él a ti que tú a él. Te necesita para promocionarse. Rompe. Cántaselo como si fueras uno de los Urquijo. Da tú el paso. Tienes que ser tú, porque él nunca lo haría. Ha demostrado que te tiene cierta estima, Gabriel. Te defendió ante aquel otro colaborador mediático de la extrema derecha que te asedió con preguntas sobre tu vida privada. Le costaría separarse, todavía más tener que dejar de amar. Pero saldría adelante.

Vuelve a algo similar al “No participamos de burbujas mediáticas de la ultraderecha” para que estas burbujas no nos usen de caja de resonancia.

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