Reconciliación o venganza

Desde que el príncipe Enrique decidió incendiar con sus memorias la casa real británica, no se había publicado libro real con revuelo hasta el de nuestro emérito don Juan Carlos, que ha visto la luz en Francia y lo tendremos en nuestras librerías en diciembre.

Los pasillos de las redacciones ardían esta semana con los extractos de Reconciliación –título del libro– reabriendo viejas heridas entre las instituciones, cuestionando protocolos de la Corona y alterando versiones oficiales de nuestra historia. “Siento que roban mi historia”, una de las afirmaciones más destacadas de Juan Carlos, haciendo alusión a la imposibilidad de defenderse tras su abdicación por escándalos financieros y su relación con Corinna Larsen, entre otras cuestiones que lo bajan del trono del “rey de la transición” a un monarca caído en desgracia, con todo el descrédito público y retirado en Abu Dabi.

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Lavandeira Jr. / Efe

El propio título de las memorias, Reconciliación, es toda una declaración de intenciones: con su pasado, hablando por primera vez de la muerte de su hermano Alfonso, con su propia familia nuclear y con su país. “Le respetaba enormemente, apreciaba su inteligencia y su sentido político”. Estas alabanzas refiriéndose a Franco hacen abrir no solo viejas heridas de la España dividida sino cuestionarse la percepción contemporánea de la monarquía. ¿Se habrá leído Felipe VI el manuscrito antes de entrar en máquinas? ¿Y la reina Letizia?

Como Enrique, insiste en cuentas pendientes por recuperar la pulsión del relato

Juan Carlos comenta que su hijo el Rey intentó disuadirlo de publicar el libro y que se siente “abandonado” por él... Se especula que podría haber cobrado la cifra de entre 3 y 6 millones de euros como adelanto. El príncipe Enrique se dice que cobró cerca de 20 millones. En ambos casos los dos están en lo mismo: cuentas pendientes por recuperar la pulsión del relato: “Yo existo más allá de lo que se ha dicho de mí”.

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Mientras, el hombre detrás de quien fue rey suplica el no olvido, no ser reducido a escándalos: “No busco perdón sino comprensión”. Y una petición a esa España que hubo un tiempo que lo adoró: “Escuchadme antes de enterrarme en el silencio”. La casa real británica jamás respondió a las memorias de Enrique, la nuestra por el momento ha hecho lo propio. Convirtiendo de nuevo el silencio en metáfora: las monarquías no discuten, corrigen la historia con el tiempo.

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