Si alguien tenía dudas de que, dentro de ocho meses, el PP se juega en Andalucía la mayoría (absolutísima) obtenida en los comicios autonómicos del 2022 y algo todavía mucho más importante, como la credibilidad de una victoria estatal, la incógnita quedó despejada de forma nítida en el congreso que la derecha meridional celebró el pasado fin de semana en el Palacio de Congresos de Sevilla.
En el auditorio –de vibrante atmósfera color plata– diseñado por el gran arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra, ante un auditorio entregado y con los líderes estatales como testigos, rodeado de toda esa espuma de cofrades y devotos que arrastra el ejercicio del poder, Moreno Bonilla no dejó de advertir sobre los serios riesgos que supondría una involución electoral en Andalucía.
Una de las técnicas psicológicas para conjurar los miedos consiste en verbalizarlos. Y esto es lo que hizo el presidente de la Junta, que –como es natural– se resiste a perder parte de sus laureles dorados.
Casi se diría que alguien le había pasado un resumen (ejecutivo) del célebre libro del lingüista norteamericano George Lakoff. Elefantes.
Moreno Bonilla en el Congreso Autonómico del PP celebrado en Sevilla.
Tanta insistencia en que el Palacio de San Telmo “no está ganado” era, sobre todo, una advertencia extramuros. Dentro del congreso, que refrendó la ejecutiva decidida por el presidente del PP andaluz y validó su cuarta candidatura –la primera, fallida; las otras dos con éxito creciente–, a nadie le cabía ninguna duda sobre el desenlace.
Si esta va a ser (o no) la última vez que Moreno se presente es un misterio –el presidente del PP andaluz no tardó en desdecirse de su idea inicial de no concurrir más de dos veces– pero, en todo caso, este cónclave sí deja establecida una línea de sucesión (sujeta a revisión) en función de lo que suceda en Génova tras las generales.
A Antonio Sanz, el consejero de Presidencia, que se ha hecho cargo tras la crisis de los cribados de la cartera de Salud, le corresponde el mando institucional. El ascendente orgánico, en cambio, ha sido confiado a Carolina España, consejera de Hacienda y responsable de la ponencia política del congreso. No es una elección inocente.
La mayoría búlgara –99,95% de los votos a favor– concedida a Moreno por parte de los 5.000 delegados del plenario, de todas formas, no es garantía de tranquilidad. Casi 60.000 personas se manifestaron ese día en Andalucía contra el deterioro sanitario.
Se trata de un indicio nada despreciable del malestar social reinante, por mucho que las protestas hayan sido avivadas por los sindicatos y los partidos políticos de izquierdas, incluyendo a los minoritarios.
El presidente de la Junta de Andalucía tras aprobarse su candidatura para las elecciones andaluzas.
El Quirinale logró que los sindicatos sanitarios y el colegio de enfermería se descolgasen de la convocatoria. Aunque su verdadera preocupación está en los despachos políticos tanto como en la calle.
El ascenso de Vox, que amenaza la hegemonía conservadora en el Sur, de igual forma que va a condicionar el futuro de los gobiernos de Valencia, Castilla-León, Murcia o Extremadura, provoca también inquietud sobre la viabilidad de una mayoría estatal alternativa.
Moreno intenta huir de esta celada con un mensaje político de corte autonomista. El azul genovés estuvo ausente de los escenarios y del lema oficial del congreso –Siempre Andalucía– en beneficio del verde (omeya) de la bandera de Blas Infante. El presidente siente esta cita electoral como un desafío (simbólico) a toda su trayectoria.
Pero, además de unos comicios regionales, el PP testa también sus opciones estatales en el espejo de Moreno, que no rechaza –aunque no lo diga– la condición plebiscitaria de las elecciones de junio.
Moreno (izquierda), junto al líder del partido, Alberto Núñez Feijóo (derecha), en la jornada de clausura al XVII Congreso del PP de Andalucía.
La derecha meridional necesita que su victoria sea absoluta y sin matices. No hay otro plan. Depender de Vox alteraría la estrategia de moderación que San Telmo viene escenificando desde hace siete años y lanzaría un mensaje envenenado antes de las generales: Génova es incapaz de ganar en solitario. Necesita a la ultraderecha.
El resultado en Andalucía adquiere pues una lectura distinta a lo que suceda en otras autonomías, donde Vox ya forma parte de la ecuación de la futura gobernabilidad. Cosa que no ocurre en el Sur.
De ahí que no revalidar la mayoría absoluta vaya a ser interpretado y amplificado –porque objetivamente sería así– como un retroceso colosal. No sólo en Andalucía. En toda España.
El Quirinale sabe que esta crisis sanitaria, que no se ha cerrado, es igual que un juego de sombras chinescas, capaz de empañar una gestión que, aunque siempre ha huido de las reformas y finge el cambio político, al PP le había salido bastante rentable. Hasta ahora

