Tienen muchos detractores, pero hay que admitir que el Ozempic-Wegovy y demás fármacos de este tipo usados para adelgazar se evidencian como el milagro largamente esperado por sus beneficiarios y por la industria farmacéutica, de esos hallazgos con que esta da la campanada cada varias décadas. Los GLP-1 (semaglutida, tirzepatida, liraglutida, comercializados como Ozempic, Wegovi, Zepbound, Mounjaro, Saxenda) permiten unas pérdidas de peso importantes. Sus usuarios lucen su antes y después en Instagram, en alfombras rojas, de obesos a delgados, muy delgados, algunos.
La extrema delgadez se ha vuelto a adueñar de pasarelas y alfombras rojas, como en este caso, en la persona de Ariana Grande
La reserva a estos fármacos es que en tres o cuatro años de uso extendido se ven resultados espectaculares, pero no se sabe cómo evolucionarán. Si se dejan de tomar, a no muy largo plazo puede haber efecto rebote, a menos que se cambie, igual que de aspecto y de ropa, de hábitos de alimentación y actividad, lo que no siempre es fácil sin cambiar de vida. Aparte, se asocian estos fármacos a más beneficios, ya que la obesidad es factor de riesgo de otras patologías. Pero también se observan efectos secundarios indeseados y hasta graves por la pérdida muscular.
El Ozempic y similares vuelven a cambiar la percepción social de la obesidad
Con todo, su impacto será enorme más allá de lo individual. Como sector farmacéutico moverán miles de millones de negocio en los próximos años (la OMS estima que hay más de 1.000 millones de personas con obesidad en el mundo y el doble de esa cifra con sobrepeso). The Economist apuntaba que ya se extiende su uso en países como India o China, donde el 2026 vencerá la patente de la semaglutida. Se preparan genéricos y nuevos fármacos parecidos para llegar al máximo de personas con obesidad, de las que ahora las aleja el coste elevado.
Estos fármacos cambian de nuevo la percepción social de la obesidad. Ante la visión que se imponía últimamente de patología crónica de la que no hay que culpar al afectado, que no se trata solo de comer más o menos y de crítica de la gordofobia, la facilidad que parecen dar estos fármacos para perder peso devuelve a la idea de que adelgazar no es tan difícil –“¡Usa inyecciones, no seas tonta, van de maravilla!”– y es solo cuestión de voluntad.
Y todo en una sociedad en que la condena de la extrema delgadez de hace unos años ha disminuido. Artistas y modelos se pasean cadavéricas y estos cánones de moda se enmascaran en el mismo respeto a la diversidad que reclaman las personas con obesidad. Así que ahora, encima, el gordo es el pringado que no se puede pagar los ozempics.
