Y justo el día en que saltaron todas las alarmas ante una posible escasez de huevos en los supermercados, va el tío de Luis Rubiales, de nombre Luis Rubiales, y desperdicia tres de ellos, lanzándolos a su sobrino en un acto público. No me dirán que este país, sea el que sea este país, no es fabuloso. Lo proclamaban las cuentas que viralizaban el vídeo del esperpento hasta este fin de semana: “Tú no lo sabes, pero esto es historia”. A quien le corresponda: quizás aún estamos a tiempo de, ni que sea simbólica, promover la nominación a la mejor pieza audiovisual del año. Como proponía @moedetriana, se podría titular Huevos con chorizo. Piénsenlo.
La escena vale la pena de principio a fin y además tiene la virtud de haber sido filmada desde distintos ángulos. Un buen montaje, quizás con música y FX, haría maravillas. Repasemos: el expresidente de la Real Federación Española de Futbol se dispone a presentar su libro Matar a Rubiales, en el que, por cierto, se presenta como víctima de una conspiración en el famoso episodio del beso no consentido a Jennifer Hermoso. Ya hablaremos de ello. De repente, un individuo lanza algo, hasta tres veces, al protagonista al grito de “sinvergüenza”. Son huevos. El susodicho esquiva hábilmente las balas no aptas para veganos, incluso regalando al respetable un grácil giro de 360 grados. Mención especial al coreógrafo.
Resulta imposible analizar en serio escenas del esperpento como la de Rubiales y su tío Rubiales
Y mejora. Rubiales, preso de la ira, se abalanza a su agresor encapuchado, con un amago de sprint. Si no lo paran, vete a saber qué ocurre. No es el único. Otros del público se suman a la búsqueda y captura. Entre ellos, el tal Bertrand Ndongo, uno de estos pseudoreporteros de la extrema derecha que pululan por todas partes y que, en este filme, representa un cameo de primer nivel de esos a los que acostumbraba Santiago Segura en la saga Torrente. “La escena lo tiene todo. Tiene hasta a Samuel L. Jackson en el papel de Stephen en Django”, dice @Reycholosimeone.
Las codas tampoco están nada mal. El autor del libro justifica su ira en que pensaba que su tío iba armado y que su intención solo fue defender a una mujer embarazada. Los medios ultras tachan al individuo de “comunista”, pero pronto se descubre que, más allá de estar poco o muy poco en sus cabales, Rubiales 2 es actor, ha hecho anuncios publicitarios y en sus redes sociales, se ha dedicado a defender al dictador Franco. Las redes viralizan, algunos medios amplifican con entrevistas a los protagonistas o a “expertos en Luis Rubiales” —no es broma— y el público se recocija. Puro Valle-Inclán.
Captura de video del momento en la escena de Rubiales
Y entonces... ¿qué hacemos con todo esto? ¿Cómo lo valoramos? Uno se pregunta si, en estos casos, caben análisis sesudos de “hasta-donde-hemos-llegado” o si es mejor tirar la toalla y lanzarse al despiporre digital. Tomárselo en serio resulta ridículo y tomárselo en chiste parece ser el único remedio, aún sabiendo que no se contribuye así a construir una ciudadanía democrática edificante.
Obviamente, el personal, ante semejante material, ha optado por la B. El comentario más jocoso en redes ha sido el mismo que abre este artículo, el de la (in)oportuna coincidencia con el precio de los huevos. “Debe ser que el tío de Luis Rubiales es millonario, porque, al precio que están los huevos, yo no hubiera comido tortilla hoy”, comentaba un tertuliano en la televisión pública, que bien sabe dónde poner el foco. También muchos se han acordado de que la historia de Rubiales ya comenzó por “huevos”. En concreto, él mismo agarrándose la entrepierna ante el mundo en aquella famosa final del mundial.
Pero también hay quién se ha dedicado a hacer memes del espectacular giro rubialesco con las jugadas de Cristiano Ronaldo o con coreografías de películas de artes marciales. Otros han imaginado la cena de Navidad de los Rubiales y otros han echado la vista atrás para recordar otro incunable del espantajo patrio, el “Sole, que te meto con el mechero” que difundió Alfonso Arús en los noventa. El comunicador catalán fabricó virales de X antes que X.
Por otro lado, está la sospecha de que detrás de todo pueda haber una campaña para promocionar un libro, porque ya uno no sabe nada... Es cierto que, tras una condena por agresión, la única forma de vender el relato victimizador del agresor debe ser la de crear un show absurdo que cambie el punto de vista y que, además, polarice. Lo decía María Escario en X: “¿Soy la única que no se cree el numerito de Rubiales?. ¿Por qué se le da tanta cobertura informativa a este sujeto? Todo muy raro”. Todo puede ser y el resultado publicitario le daría la razón. Sin embargo, no hay que olvidar el sabio principio de Hanlon: “Nunca atribuyas a la maldad lo que se puedas explicar por la estupidez”.

