No me acuerdo de cuando murió Franco. El anuncio de su muerte con aquel Arias Navarro haciendo pucheros es de esos momentos que quedan grabados en las historias personales. Ese “¿qué hacía usted cuando murió Franco” se suma a otros como “¿qué hacía usted el 11-S?” o “¿qué hacía usted cuando el hombre pisó la Luna?”. Es decir, una fecha para recordar, para bien o para mal. Cuando murió Franco me aventuro a pensar que dormía en la cuna o lloraba porque nadie me hacía caso. El televisor y los transistores acapararon toda la atención aquel 20 de noviembre de 1975. Quien también estaba en el limbo, porque ni tan siquiera se soñaba con ella, era la IA. Y aun así, sabe más del franquismo que los propios franquistas, quienes no han debido seguir de momento el ejemplo de Israel para intentar modelar sus respuestas.
En un tête-à-tête siempre frío y cordial, le pregunto qué sabe de Franco. Más allá de los datos biográficos, enseguida indica: “Lideró el golpe de Estado de julio de 1936 contra el gobierno de la Segunda República. El golpe derivó en guerra civil cuando no triunfó inmediatamente. Unificó las fuerzas sublevadas como Generalísimo. Recibió apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista”. Una vez ganada la guerra, la IA sigue listando: “Estableció un régimen autoritario de partido único (FET y de las JONS). Represión política sistemática: ejecuciones, campos de concentración, exilio. Autarquía económica inicial que mantuvo a España en pobreza y aislamiento. Relacionado con las potencias del Eje, aunque mantuvo cierta neutralidad en la Segunda Guerra Mundial. Posterior apertura económica con los tecnócratas del Opus Dei desde 1959. Permitió bases estadounidenses a cambio de apoyo internacional. Murió en 1975, iniciándose la transición democrática. Su figura sigue generando profunda división en la sociedad española”.
La pongo a prueba. ¿Por qué genera división si se rebeló y fue un dictador? “En esencia, encarna la victoria de una España sobre la otra tras la Guerra Civil. Esta división original nunca se sanó completamente, porque la transición a la democracia priorizó el olvido (“pacto del olvido”) para no reabrir heridas y los políticos actuales aún usan su figura como arma para criticar al rival”. ¿Entonces? “Mientras no haya un consenso nacional sobre la condena unánime de la dictadura (como sí existe en otros países con su pasado fascista), la figura de Franco seguirá siendo un campo de batalla ideológico”, responde. Poética, finaliza recitando a Miguel Hernández. “Para que la guerra termine alguna vez, empiezo”. 50 años después, parece que no hay manera de empezar del todo.
