Del baúl de los recuerdos

“¿Pero cómo puede ser que en esta familia el más de izquierdas, casi el único, sea el abuelo?”, se exclama entre sorprendido e indignado ese, el abuelo, que nunca se había considerado un revolucionario, ni de lejos, sino un pragmático, un hombre de bien de una familia media catalana en la que la sobremesa ha derivado en debate político.

Cientos de personas, la mayoría marroquíes, guardan cola en la oficina para tramitar los asilos situada en la frontera del Tarajal que separa Ceuta de Marruecos, a 3 de agosto de 2021, en Ceuta (España). A pesar de que 250 inmigrantes marroquíes llegados a Ceuta durante la avalancha del 17 al 19 de mayo ya han podido cruzar el Estrecho como solicitantes de asilo con su petición admitida a trámite, a día de hoy aún se forman largas colas en la oficina de solicitud de asilo.

 

Antonio Sempere / Europa Press

Durante los últimos años, sobre todo, se habló con mayor o menor entusiasmo de si se conseguiría culminar la independencia. Ahora, en el desencanto del postprocés, repasados los asuntos de salud, el Barça (masculino y femenino) y los novios y novias de los nietos, la conversación se atasca en un único punto: cómo la inmigración puede condicionar el voto en las próximas elecciones, sean cuando sean, en Catalu­nya o en España. En la familia habrá tres nuevos votantes y lo que no entiende el abuelo es que, aunque ningún partido satisface a nadie, los nietos formulen un voto de derechas, de hecho, lo hacen todos los hombres de la familia excepto él.

La inmigración es acusada de devorar todas las subvenciones y presupuestos sociales

“Si lo dicen muchos estudios y encuestas, los hombres jóvenes ahora somos más de derechas”, intenta explicar el nieto mayor. “Pero tú, un chico culto e inteligente, ¿por qué votarías a un partido de extrema derecha?”, pregunta una tía. “¿No has visto los influencers?”. Y cita a agitadores del tipo Charlie Kirk. “Pero vosotros no tenéis por qué dejaros influenciar por esta gente y sus ideas –insiste la tía–. El gran problema que hay que combatir, desde la política o desde el activismo, es la enorme desigualdad social que empobrece incluso a esta familia”.

Nada, los argumentos vuelven a la inmigración, acusada de devorar todas las subvenciones y presupuestos sociales, de amenazar a la lengua catalana, a la cultura occidental... Y de paso, hay una llamada al repliegue del país, nada de meterse en conflictos del tercer mundo. España primero. O Catalunya primer , vamos. “¡Si tu abuelo, que luchó contra los nazis, levantara la cabeza!...”, recrimina, en un último intento, el abuelo al yerno, el miembro que tiene la familia más parecido a un expat .

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