La desinformación como fuente de información

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La desinformación como fuente de información
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“No hagáis caso de todo lo que se publica porque hay mucha gente interesada en que haya caos”. Estas palabras del Rey Felipe VI en Paiporta hace ahora un año son, probablemente, la mejor definición del objetivo de la desinformación que pulula a sus anchas en las redes sociales. Es la principal finalidad de los tecnoligarcas que son dueños de las principales plataformas y que están intentando influir en el pensamiento de las poblaciones. Hay interés en crear desinformación que es consumida cada vez por más personas.

Móvil con redes sociales

Un teléfono móvil con redes sociales

EUROPA PRESS / Europa Press

El Barómetro de Opinión Política del Centre d'Estudis d'Opinió publicado el pasado lunes arrojaba datos interesantes sobre la forma de consumir información política a diario por parte de los votantes de cada partido. La mayoría de los electores de Aliança Catalana, Vox y la CUP utilizan las redes sociales para informarse. En cambio, el resto de electores prefiere informarse a través de la prensa, la televisión o la radio. En las redes sociales, por tanto, se está moviendo una parte del voto de protesta, especialmente el de las nuevas generaciones.

El CIS ya preguntó el pasado verano sobre la forma de informarse de los españoles. Los datos están más tamizados que los de Catalunya, pero también evidencian una tendencia. La televisión sigue siendo el formato preferido para acceder a noticias en España, pero las redes sociales ya han superado a la radio y están cerca de hacerlo con la prensa. Si se analiza por votantes de cada formación, los electores de Vox, el partido que surfea la ola del malestar a nivel nacional, optan por las redes sociales de forma mayoritaria para consumir teórica información. Es importante el término “teórico” porque no todo lo que se publica en las redes sociales es información, como advirtió el jefe del Estado. La desinformación es hoy poder.

La conclusión de estos datos es clara: las redes sociales son la fuente de acceso a lo que ocurre en el mundo para cada vez más ciudadanos. Es una paradoja que en la era de la información, donde cualquier ciudadano puede acceder de manera prácticamente inmediata a distintos puntos de vista de la realidad, una parte de los ciudadanos cada día más numerosa se crea informada.

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El líder de Vox, Santiago Abascal, interviene durante la presentación del programa económico y de vivienda de Vox, en el Auditorio Mutua Madrileña, a 29 de junio de 2025, en Madrid (España). Entre las iniciativas que Vox ha presentado se encuentra el recorte del gasto público en 200.000 millones de euros “sin tocar educación ni sanidad”.

El mundo que nos ha tocado vivir está viviendo la era de la desinformación masiva, una situación que lleva a cada vez más ciudadanos a confundir informadores con propagandistas. En las redes sociales no hay control, no hay ‘checks’ ni rendición de cuentas, y sí hay intereses. Esta es una diferencia fundamental con los medios de comunicación, donde también hay líneas editoriales, pero la labor diaria se rige por una labor periodística de búsqueda de información, contraste de la misma, explicación rendición de cuentas.

En España se está empezando a crear una dualidad en la sociedad: una parte informada, que consume medios de comunicación que, con sus distintas líneas editoriales, ofrecen información seria, veraz, y de calidad; y otra parte de la población que se piensa estar informada cuando lo que está siendo es desinformada.

Uno de los dirigentes que mejor ha entendido la importancia de las redes sociales, que ya deciden gobiernos, es Donald Trump. Creó su propia plataforma y no le duelen prendas en insultar a los periodistas cada vez que tiene oportunidad. En la última campaña electoral que le llevó de vuelta a la Casa Blanca, un documental mostró su método para tuitear. Trump dictaba sus post contra Kamala Harris en directo, mientras veía un mitin de su rival. En cada tuit había muchos votos. El partido de Santiago Abascal lleva una década sembrando en ese campo.

Elon Musk se pensó que podía hacer lo mismo en Alemania e irrumpió en la última campaña electoral para apoyar a la candidata de Alternativa por Alemania. Fue un fiasco. Pero no fue una anécdota. Probablemente Musk u otros advenedizos lo volverán a intentar en las presidenciales Francia y también podrían hacerlo en España. La injerencia es una realidad. Hay gente interesada en crear caos, pero también hay mucha que consume información de calidad a la que no van a dar gato por liebre.

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