Ahora que ha dado el penúltimo concierto y que ha colgado el bombín es cuando hay que reconocerle a Joaquín Sabina su enorme influencia en el imaginario colectivo de este país. Ha sido el poeta de cabecera de un buen número de españoles, solo comparable en su fama y popularidad con su compañero de escenarios y vida, Joan Manuel Serrat.
El ex fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz
De hecho, ha dejado tanta huella que sus canciones han contaminado incluso el criterio de los magistrados del Tribunal Supremo. Al menos los de la Sala de lo Penal…
Me atengo a los hechos: los magistrados fallaron contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, con una celeridad pasmosa. En una semanita el tema estaba ventilado y se hacía público el fallo condenatorio para, oh paradojas de la vida, evitar filtraciones. Pero luego se tomaron nada menos que diecinueve días, precisamente diecinueve días, para redactar la sentencia.
Tras el fallo, diecinueve días y, como en la canción de Sabina, es de suponer que quinientas noches para aprender a olvidarla (la sentencia).
Año 2025 y seguimos con la reforma judicial tan necesaria eternamente pendiente
Que se puede condenar por indicios y sin suficiente carga probatoria ya lo sabíamos y estaba asumido. Que los periodistas no merecen credibilidad, ya también estaba descontado. Y que el tribunal no iba a perder la ocasión, se suponía. Pero el redactado de la sentencia deja mucho que desear si lo comparamos con la habitual ambigüedad moral de Sabina. Recuerda un poco a aquella sentencia que condenó a Vera y Barrionuevo y donde se invocó, si no yerra mi memoria, el convencimiento moral del tribunal. Todos aquellos juicios alrededor de los GAL sirvieron para dejar establecida en España la doctrina de la prueba indiciaria, que lo mismo sirve, ya me perdonarán ustedes, para un barrido que para un fregado.
Así estamos. Y si no, léanse la sentencia y los dos votos particulares discrepantes de las dos magistradas.
También lo canta Sabina. En su canción 1968, la que empieza con “ aquel año mayo duró doce meses”. Y en la que se cuela un verso que tal vez venga a cuento: “Los claveles mordían a los magistrados…”.
Año 2025 y aquí seguimos, con la reforma judicial tan necesaria eternamente pendiente y con los señores magistrados alistados en bandos ideológicos irreconciliables. Y sigue sin haber un indicio claro de quién era M. Rajoy…
