Muchas gracias, Mr. Trump

Los partidarios de Europa han recibido un mensaje inequívoco del mandatario estadounidense: el continente europeo ha llegado a su fin, y él, el Sr. Trump, observa esta situación con gran complacencia, advirtiendo incluso que se esforzará por materializar esta predicción. De hecho, expresa, con una firmeza inusual para su cargo, que apoyará a las facciones políticas europeas opuestas a la Unión Europea, con el fin de acelerar el deterioro de los principios que la sustentan, como el mayor ámbito histórico en espacio y tiempo dedicado a la paz, la libertad y el avance de sus habitantes.

Ciertamente, gracias, Mr. Trump, ya que ahora se evidencia con claridad que la iniciativa europeísta demanda con mayor urgencia que nunca la dedicación y el empeño de todos aquellos que anhelan, por el porvenir global, el modelo de una Europa fundamentada en valores democráticos. La persistencia de lo que Europa simboliza no concierne únicamente, o de forma primordial, a una esfera económica; lo que está en juego es la afianzamiento de un ámbito de libertad, de diversidad inclusiva, de coexistencia cordial, de la aceptación de las diferencias, del impulso social del avance, de convertir la batalla contra la disparidad en una meta compartida, tanto por la visión europea del pasado como la del futuro.

The European Union flag is pictured in a window reflecting a street in London, Britain, October 26, 2011. REUTERS/Luke MacGregor/File Photo

 

Luke Macgregor / Reuters

Sí, gracias, Mr. Trump, por recordarnos con su amenaza todo lo que podríamos perder. Ciertamente, algunos podrán afirmar –con fundamento– que este proyecto europeísta se ha salvado en varias ocasiones gracias a la asistencia de Estados Unidos. Todos recordamos las playas de Normandía, repletas de soldados norteamericanos fallecidos para devolver a Europa la libertad que le fue arrebatada. Sin embargo, cuando los norteamericanos optaron por entrar en guerra contra el fascismo, renunciando a su política aislacionista, lo hicieron también para proteger su propia libertad. Si Europa sucumbía al totalitarismo, no solo Europa sufriría las repercusiones, sino que la libertad de Estados Unidos también se vería comprometida. Que nadie se equivoque, si Europa se ahoga bajo una nueva marea de totalitarismo, el mundo entero saldrá perjudicado. Europa trasciende ser un mero territorio; representa el faro más influyente de la libertad y la democracia a nivel global.

Nadie debería ser víctima de engaño; si Europa se ve inmersa en un resurgimiento del totalitarismo, el daño afectará a todos.

Una vez más, Mr. Trump, le agradecemos profundamente. Lucharemos hasta el límite, e incluso más si es necesario, por la libertad de Ucrania, ya que Europa es lo que está en riesgo. Es excelente y positivo que se busque negociar con Putin; eso está muy bien, siempre y cuando no se olvide que la paz, cuando se traduce en claudicación, solo fortalece a quienes no la desean. Sin libertad, no existe paz. El precio de la paz no debe implicar la renuncia a la libertad. La paz de Múnich, que Chamberlain defendió con ingenuidad, sirvió en la práctica para legitimar el poder de Hitler. Polonia lo comprendió de inmediato; Austria también, y Checoslovaquia lo experimentó. Y nosotros lo sabemos bien aquí, pues nuestra tierra fue un terreno de pruebas para la ambición totalitaria del fascismo de aquella época.

Efectivamente, Mr. Trump, la mera intención no basta; es imperativo actuar. Europa, por su parte, debe transformar la amenaza en una posibilidad. Se colaborará con quienes estén dispuestos, mientras que aquellos que no lo estén, deberán encontrar su propio rumbo, asumiendo el riesgo, ya patente, de mermar su autonomía. Será necesario negociar para aceptar las renuncias; se requerirá aprender a protegerse y, simultáneamente, infundir a todos la expectativa de una colectividad más receptiva al avance. Se deberá recobrar la empatía social de la Europa del estado de bienestar. Se necesitará formular soluciones más firmes ante los desafíos significativos de la nueva era tecnológica y energética. Se debería administrar con la participación de todos y en beneficio de todos; la discordia interna es perjudicial, pero una gobernanza renovada debe reconsiderar la unanimidad como fundamento.

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It will be – and already is – very challenging. However, Mr. Trump's encouragement to embrace our failure serves as a powerful catalyst to rally behind the banner of Europe as a necessity. Thank you, Mr. Trump, once more. It is now evident what we Europeans must do to avoid accepting the failure of our civilization, as you suggest.

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