El gran desconcierto que provoca Trump entre sus interlocutores occidentales es constatar el comportamiento de un autócrata que preside una democracia. Una cosa es el despotismo bien poco ilustrado de Putin, que corresponde al presidente de una dictadura. Otro tanto podría decirse de Xi. Trump se ha convertido en el más genuino representante de la posdemocracia y, en consecuencia, exponente de la realidad virtual y de los hechos alternativos, sirviéndose de la colaboración de las grandes compañías tecnológicas. No hemos de olvidar que el presidente de EE.UU. ha tenido cuatro años para preparar su estrategia, basada en las fake news y con una clara intención de venganza, y que
para él la presidencia de
Biden fue ilegítima, ya que él se considera el ganador de las elecciones del 2020. Es lógico que Trump y Putin se entiendan, pero, con este entendimiento, la principal perjudicada es la democracia.
Enric Nebot
Celrà