Érase una vez una mutua de sanidad privada de la cual mi esposa y yo nos hicimos clientes en 1985 y con la que estábamos muy satisfechos. La mutua fue adquirida o fusionada por una compañía mayor y luego un gigante del sector sanitario, que está absorbiendo un buen número de hospitales y mutuas, se ha hecho con la compañía resultante. El sistema administrativo que esta gran empresa del sector está imponiendo con la supuesta finalidad de mejorar el servicio que nos deba prestar tiene consecuencias: listas de espera interminables para especialistas (y nos quejamos de la sanidad pública), errores en las citas y un servicio telefónico lamentable, con la llegada de su gran solución, un asesor virtual, amable, atento, y con todo el deseo de ayudarnos con nuestros problemas. Lástima que la triste realidad sea otra.
En las múltiples conversaciones que he mantenido con el asesor he llegado, aun a sabiendas de que es una máquina y en un ataque de exasperación, a insultarlo, porque si te sales de su guion insiste en volver a empezar de nuevo su amable oferta de ayuda. Tengo ya una cierta edad y en temas de salud privada me pone nervioso la actual falta de un contacto con una persona real, que para eso pago religiosamente mis cuotas.
Carlos Ros Bourman
Suscriptor Barcelona