A Narcís Serrat le parece curiosa esta fotografía. En estos tiempos, ¿quién mantiene los números romanos? Los ha visto en un edificio de la calle de Sant Antoni, en Terrassa, que tiene la imagen del santo que da nombre a la vía, acompañado de una fecha escrita a la vieja usanza romana. Desconoce su significado; podría ser el año de la construcción, o tal vez el de una restauración.
Narcís siguió con su ruta por la ciudad, pero Sant Antoni y sus números romanos permanecen, como vemos en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia, donde se plantea la pregunta: ¿Cómo y por qué se utilizan los números romanos todavía, tantos siglos después de su invención?

San Antonio y una fecha en números romanos.
Este sistema de enumeración nació en la Antigua Roma, y se expandió por Occidente con el auge del Imperio Romano, ya que el desarrollo de la numerología estaba relacionado con el crecimiento del Imperio. A medida que este se agrandaba, era necesario inventar un sistema eficiente para manejar transacciones comerciales, registros administrativos y asuntos militares a lo largo y ancho del territorio.
Los números romanos usan siete letras del alfabeto latino: I, V, X, L, C, D, y M, que tiene un valor numérico asociado: I es 1, V es 5, X es 10, L es 50, C es 100, D es 500, y M es 1000. Por lo tanto, la fecha que leemos en la pared se traduce a 1919 y 2025. Unos años muy lejanos al 27 a.C de la Antigua Roma.
No se sabe el origen exacto del sistema, tan solo que ha sobrevivido a la caída del Imperio, la sustitución por el sistema arábigo y la evolución de los sistemas numéricos. A pesar de todo, los números romanos superaron los obstáculos y llegaron a las aulas, donde hasta 2022, eran parte del currículum obligatorio de primaria en toda España. En la actualidad, pues, aún se enseñan, aunque no es obligatorio.
Puede que la clave de la supervivencia de los números romanos sea el coexistir. La Real Academia Española (RAE) explica cómo estos símbolos fueron desplazados hace siglos por el sistema arábigo, pero aún persisten en situaciones muy específicas. Aunque su uso es limitado, no es nulo.
Según apunta la RAE, los números romanos persisten en situaciones muy específicas
Como señala la RAE, estos símbolos se encuentran en monumentos y placas conmemorativas (para marcar los años), en algunas publicaciones periódicas (para señalar el año al que corresponde cada ejemplar desde que comenzó su edición). También para hablar de siglos, dinastías o incluso en la nomenclatura de las carreteras (N-II, Madrid - Barcelona), así como en la numeración de actos, cuadros o escenas en las piezas teatrales (tomo III, libro II, etc.)
Porque lo nuevo y lo viejo no se excluyen, sino que coexisten. Y es esta convivencia la que da lugar a cosas tan curiosas, como que todavía hoy veamos números romanos en relojes, festivales de música o fachadas, aunque leerlos suponga un esfuerzo extra. De hecho, las paredes demuestran que las diferentes etapas de la historia no son incompatibles, sino lo contrario, se construyen unas encima de las otras.
Desde las pinturas rupestres, hasta los pósters y el arte urbano del presente, las paredes son el lugar en el que nos expresamos, un reflejo de la identidad contemporánea de los que viven ahí, y que acumulan capas y capas de historia. Aunque hoy están llenas de grafitis, pegatinas y tags, las fachadas también estuvieron protagonizadas por mamuts en la prehistoria, y después por imágenes de Santos y escenas bíblicos.
Las imágenes de los santos
Y este es el segundo elemento que nos muestran las fotografías de Narcís, el santo de la fachada, junto a los números romanos. En Italia, un país de tradición católica similar a España, hay quienes creen que las imágenes de santos en las fachadas, como en este caso la de Sant Antoni en Terrassa, están ahí para que los iconos religiosos vean a los vecinos charlar y pasear, y sepan a quién tienen que proteger o velar.
En Italia se cree que los santos en las casas están ahí para ver a los vecinos y saber a quién tienen que proteger o velar
A pesar de la tecnología y la inteligencia artificial, seguimos llevando a vírgenes y santos doblados en las carteras, suspendidos del retrovisor del coche, tatuados en los antebrazos. Erguimos a santos en fachadas, pero también marcamos las paredes con grupos de música, nombres propios, números de teléfono. Hacemos hueco en nuestro presente al pasado; conservamos vestigios de aquellos tiempos en los que las fechas se picaban en las paredes para dejar una mella en la historia del pueblo. Y nosotros hacemos lo mismo, dejamos nuestra marca esperando que alguien se acuerde de nosotros.

Fachada de un edificio en Terrasa con una imagen de San Antoni y una fecha en números romanos.
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