* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Las imágenes de hoy en este reportaje para Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia no son solo un testimonio de la belleza natural y arquitectónica, sino la ventana a un pasado glorioso y un presente de melancólico abandono: nos adentran en el Balneario de Yémeda, un rincón de la provincia de Cuenca donde el tiempo parece haberse detenido, dejando tras de sí un legado de esplendor y olvido.
Ubicado en un auténtico vergel, en un paraje donde la vegetación crece desaforadamente a orillas del río Guadazaón, lo que hoy vemos como ruinas fue en su día un centro de salud y ocio de renombre internacional.

Las aguas del río Guadazaón, antaño el corazón del Balneario de Yémeda y fuente de sus propiedades medicinales, fluyen hoy silenciosamente entre la naturaleza.
Fundado a finales del siglo XIX, el Balneario de Yémeda fue célebre por sus aguas sulfuradas cálcicas, cuyas propiedades terapéuticas le valieron nada menos que un premio internacional en la Exposición Universal de París de 1878.
Durante más de un siglo, sus aguas, con su característico olor a “huevo podrido”, atrajeron a visitantes en busca de remedio para dolencias de la piel, digestivas, respiratorias y reumáticas, convirtiendo este pequeño enclave, que hoy apenas cuenta con una veintena de habitantes, en un trasiego de vida y esperanza.

El Balneario de Yémeda, Cuenca, envuelto en el abandono y la vegetación, muestra las cicatrices de un pasado glorioso y los indicios de un intento de restauración que quedó a medias
Las fotografías capturan la esencia de este lugar. Podemos apreciar el cauce del río, con sus pequeños saltos y el reflejo del cielo entre el follaje, que nos recuerda la vitalidad de las aguas que dieron origen a este complejo. La vegetación densa y frondosa confiere un aire de solemnidad al entorno, como guardianes silenciosos de su historia.
Entre la arboleda, emerge la singular edificación que bien pudo ser la torre principal o parte de la hospedería del balneario. Con su característico remate almenado y ventanales con balcones, esta estructura de tonos claros muestra las cicatrices del tiempo y el abandono.
Sus ventanas vacías miran al horizonte, evocando las miradas de aquellos que antaño buscaron curación y descanso entre sus muros. Su ubicación elevada sobre una loma cubierta de hierba y maleza le otorga un aire aún más enigmático y solitario.

La historia suspendida en el tiempo: un rincón del Balneario de Yémeda, Cuenca donde un edificio y su puente de piedra desafían el paso de los años junto al río Guadazaón.
Más allá, se vislumbra un conjunto arquitectónico más extenso, con paredes desconchadas y tejas rotas, que sugiere lo que pudo haber sido la hospedería o las instalaciones de baños, hoy cercadas por una valla metálica, triste símbolo de su estado actual de abandono.
El Balneario de Yémeda cerró sus puertas en 1978, dejando tras de sí un vacío y una promesa incumplida. A lo largo de las décadas, varios han sido los intentos de devolver la vida a este histórico complejo, proyectos de restauración que, lamentablemente, han terminado en fracaso. Grandes sumas de inversión han quedado en el camino, frustradas por obstáculos como su ubicación en una zona inundable o la compleja viabilidad de las iniciativas propuestas.

Río Guadazón, Yémeda.
Hoy, el esqueleto del balneario se alza como un testimonio mudo de esos sueños rotos. Estas imágenes son un poderoso recordatorio de la fragilidad del patrimonio y la fuerza imparable de la naturaleza.
El Balneario de Yémeda, con su belleza decadente, nos invita a reflexionar sobre la importancia de preservar estos lugares que no solo son piedras y muros, sino depositarios de historias, esperanzas y un legado cultural que merece ser rescatado del olvido. Un paseo por este paraje es un viaje en el tiempo, una oportunidad para sentir la historia y la quietud de un tesoro que, a pesar de todo, sigue latiendo en el corazón de Cuenca.

Balneario de Yémeda.
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